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SECCION III.

De la demostracion de los principios.

4. Nadie tiene derecho para exigir que se le crea sobre su palabra; y todo hombre que escucha puede razonablemente exigir del que habla la prueba de lo que este sienta. El catedrático no debe pues olvidarse de apoyar su doctrina con pruebas y raciocinios sólidos; por el contrario, nunca dejará de dar la demostracion de lo que dice.

Con todo, hay puntos controvertidos que no se pueden decidir con la misma confianza que aquellos acerca de los cuales está de acuerdo todo el mundo; y entonces debe el catedrático ceñirse á presentar los motivos de la opinion que abraza como mas probable.

5. Pero debe, en este caso, discutir los pareceres opuestos de los que han agitado esta clase de puntos? Respecto de esto yo haria una distincion entre los principiantes y los discípulos ya adelantados; pues seria un absurdo en materia de enseñanza, proponer aquellos dificultades tan complicadas como á estos; al modo que en lo fisico lo sería el dar á un niño de seis meses tanto alimento como uno de quince años.

Creo, pues, que el catedrático debe abste

nerse absolutamente de toda controversia de

lante de los principiantes; peró delante de los discípulos mas adelantados, puede sin peligro apurar todos los argumentos en pro y en contra. Estos discípulos sacarán un gran fruto, si el catedrático espone primero con claridad y franqueza los pareceres opuestos, y si en seguida los resume, los reduce á su justo valor, refuta los que no le parezcan fundados, y propone una opinion conforme con los principios que lleva establecidos.

SECCION IV.

Del estilo de las lecciones.

6. Nunca puede estar demas todo el cuidado que el catedrático pueda poner en la préparacion de las lecciones: Cujacio, el mas grande de los maestros, tardaba diez horas en preparar las suyas, Pero las lecciones préparadas de este modo no deben ser leidas, porque aunque es verdad que ninguna ciencia ni arte puede ser improvisada, pueden serlo las palabras con que se esplique.

La palabra va y viene, digámoslo asi, por un asunto: en medio de una frase se corta para dar á esta frase un giro que esprese mejor la idea que se tiene que esplicar: despues de probar una espresion, pasa á probar otra; pues aun cuando no pueda borrar lo que acaba de decir, lo corrige diciendo la misma cosa

de otra manera. Yo convengo en que no pue den hacerse por este método discursos bien limados; pero todo esto es absolutamente necesario para dar buenos cursos haciendo buenas esplicaciones.

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Otras condiciones se reunen todavía en favor de este modo de enseñar.

La primera condicion para enseñar cualquier cosa á un gran número de hombres reunidos, es hacerse dueño de su atencion y fijarla; pero si la atencion del catedrático está fija con sus ojos sobre el papel que lee, no podrá juzgar ó juzgará mal de la que le concede la asamblea. Pues sea que esta se la niegue, ó que él no se la satisfaga, en ambos casos le es dificil advertirlo; y como nadie irá á interrumpir su lectura para decírselo, no le queda ningun medio para atraer el ánimo de los que le han abandonado, ni para hablar con mas claridad á los que no le han entendido completamente.

Ademas, la especie de incertidumbre y de inquietud que acompaña á la improvisacion, tiene el ánimo del improvisador en accion y como suspenso; y estando asi avivadas, y por decirlo asi, atormentadas sus facultades intelectuales, pueden presentársele ideas y espresiones que no ocurren á un hombre que no ha perdido su reposo y seguridad.

El hombre que habla en medio de una asamblea numerosa, y á quien agita la accion de

la palabra, parece como que crea de repente todo lo que espresa; cuando por el contrario aquel que lee, siempre tiene visos de leer uná obra agena. Esta diferencia es prodigiosa para el efecto, y los efectos no se deben dejar al charlatanismo y á la imaginacion; antes se debe ayudar con ellos la razon y la verdad.

Finalmente, entre los discípulos y el catedrático debe haber conferencias (en los exámenes y conclusiones) que por precision han de ser improvisadas; y siempre estarán mejor preparados los catedráticos para estas conferencias, en el caso de que hayan improvisado sus misinas lecciones.

7. Por lo demas, el catedrático que improvisa, no debe descuidar su lenguage. Su estilo debe ser claro, agradable, fluido, y aproximarse antes al género didáctico que al declamatorio. Debe seguir un orden natural y no interrumpido, evitar la prolijidad, y distinguir una elocuencia nerviosa y sostenida de una locuacidad esteril y molesta; y debe igualmente no incurrir en aquel género de elocucion penosa y monótona, que hace gemir al oyente bajo el peso del fastidio.

8. El estilo es una parte tan importante del arte de enseñar, que sin él ninguna gloria adquiere el catedrático, ni tampoco saca discípulos.

¿Cuántos ejemplos no tenemos de jóvenes que no han abandonado el estudio del Dere

cho sino por la incuria con que se les daban las lecciones? Principalmente aquellos que tienen una imaginacion mas rica y ardiente, ysel entendimiento mas vivo y penetrante, huyen de un estudio que les es presentado bajó tan tristes colores, y el templo del gusto es el lugar de su refugio. Esto pasó con Ariosto, á quien la inepcia y negligencia de sus maestros hicieron abandonar sus cursos. No pu diendo tolerarlos, dice, me he escapado de sus manos para echarme en los brazos de las musas, que me han hecho la acogida mas

ainable.

9. Ningun catedrático pues, suba á su cátedra sino despues del haber meditado mucho tiempo y con profundidad lo que ha de decir y como ha de dévirlo.

} SECCION V.

Del espíritu de innovacion.

ebra. Hay catedráticos que sacrificando al gusto ligero del siglo, preconizan la innovacion abiertamente. Este es de ordinario el cebo de que se valen los nuevos doctores para atraer á los jóvenes: semejantes á aquellos retóricos, cuyo secreto nos ha revelado Petronio haciendo decir á uno de ellos: Habeis de saber, » que en el modo de instruir, la culpa no es " de los catedráticos, pues estos se ven preci

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