Pagina-afbeeldingen
PDF
ePub

tan ponderada que dispone, que cualquiera se crea obligado en cualquier modo que aparezca que lo quiso. Yo reconoceré sin duda alguna la justicia original de que los pactos sean observados. ¿ Mas será medio bastante para ello una regla tan vaga y tan dificil de esplicacion en los negocios? Las leyes deben fundarse en la moral; mas ellas son las reglas de vivir tranquilamente. ¿Y quién no ve un semillero de disputas y disensiones que de esta ley pueden suscitarse? Cuánto mas bien no se hallaria asegurada la tranquilidad por medio de unas fórmulas que asegurasen de un modo indubitable la estabilidad de los contratos, como un signo nada equívoco de que quisimos obligarnos?

[ocr errors]

No basta pues, que sea justo el objeto de las leyes: es indispensable que los medios lo sean igualmente, y proporcionados á su logro, sin que de su ejecucion se siga un mayor inconveniente. Contra cuya regla saludable peca notoriamente la ley de la Partida de que he hecho mencion anteriormente sobre el procedimiento criminal por via de denuncia. Ella pudo dirigirse en nuestro código á evitar la impunidad de los delitos, aumentando los medios de encontrarlos. Pero ella autoriza la calumnia, quitando al denunciante del peligro de ser él mismo castigado si la imputacion no se probase. Y aunque en las reglas eclesiásticas podia este mal no ser tan

sensible en el supuesto de que sus penas no infamaban, se imponian solamente en los doce primeros siglos del cristianismo por via de penitencia saludable, y no trascendian á otra cosa sus procesos; sin embargo trasladada esta máxima á los juicios criminales, ya se sigan en los tribunales civiles, ó ya en los mismos eclesiásticos, nada puede ser mas á proposito para comprometer las suertes de los hombres, á pesar de su inocencia. Asi que haria un grande beneficio el que probase la injusticia de este medio; ó bien si persuadiese que en el dia por leyes posteriores se halla derogada la ley que le introdujo en nuestro foro, que es lo que yo tengo por mas cierto.

En la segunda clase puede comprenderse la legislacion de los esclavos. Sus principios, ó las leyes primeras que autorizan la esclavitud, no pueden ser mas bárbaras. Ellas esceden en mucho la injusticia de las Romanas acerca de este punto, puesto que la Europa moderna condena á esclavitud hombres que no la han hecho alguna ofensa. Mas supuesto el principio doloroso de que un ser inteligente esté bajo el dominio de otro de su especie, ¿qué cosa mas justa que la ley del emperador Antonino, que prohibe escederse en su castigo? ¿qué imponer al que le mate la pena de homicida? ¿ Y qué mas consiguiente á esta nueva propiedad, que las leyes

que fijan el modo de adquirirla ó de perderla? Pero veis, señores, cuantos artículos se escusaban en la legislacion con abolir una práctica que borra la gloria de este siglo, si ya no es que le queda la de preparar el bien para los otros venideros. Esta observacion misma podreis hacer en mil capítulos, en que era suficiente el proteger la propiedad de las cosas ó personas, para lograr aquel objeto que los hombres se propusieron al unirse; en vez de descender á un detalle impertinente, y que las mas veces perjudica á los progresos de los pueblos.

Cuales sean los principios para hacer este exámen justamente, no es fácil reducirlo á la brevedad de este discurso, ni yo me lo he propuesto. Los ejemplos y observaciones precedentes pueden daros á conocer cuanto debe ser su uso entre nosotros. Y si quereis lograr algun acierto en la direccion de vuestras luces, ellas deben ser tomadas de los libros filosóficos que han tratado este argumento con mas o menos exactitud en las edades mas científicas. Platon y Aristóteles en Grecia, y los fragmentos de Ciceron en Roma, dan bastante idea de lo que se habia adelantado hasta aquel tiempo. Mas cuánto quedaba que ha¿ cer en estos siglos despues que el hallazgo de la imprenta y otros mil accidentes favorables facilitaron el estudio y el adelantamiento de las ciencias?

[ocr errors]

A los modernos glosadores (bien lo sabeis) se siguieron los jurisconsultos humanistas; y estos últimos fueron precursores de los sabios en la filosofia de las leyes. Los libros de cive, de jure belli et pacis, los que á porfia se publicaron en las naciones cultas sobre el derecho de la razon, prepararon la época gloriosa de los que uniendo felizmente los conocimientos económicos, haciéndolo todo dependiente de la índole del hombre y de sus relaciones esenciales, han trabajado con interes en el problema de hacer feliz el mayor número. Y cualquiera que aspire á tener parte en una empresa tan gloriosa, debe prepararse con los mismos estudios.

No suceda, señores, que sin luces suficientes se atreva alguno á hacer el juicio de una materia tan sublime. Menos malo es que se contente con la defensa ó determinacion de las causas que se hallen á su cargo. Y aunque yo supongo que no puede ser gran jurisconsulto ó intérprete de las leyes ordenadas el que no es capaz de reformarlas, sin embargo es susceptible de una medianía, que era de desear en muchos profesores.

Mas si os sentís iluminados con la ciencia de hacer felices á los hombres; si percibis la injusticia, la superfluidad ú otro defecto de las reglas que deciden nuestras causas ; si habeis adquirido el hábito dificil de mirarlas por todos sus aspectos, de conocer el modo

de extenderlas para que se hagan perceptibles y se cumplan las ideas á que ellas se di rigen, incluid esta parte tan notable en los discursos, sin que para tomar este trabajo necesiteis estar asegurados del acierto. A los mayores hombres se niega este algunas veces, sin que deje de apreciarse su mérito en otros varios puntos. Que si los primeros ensayos tal vez no corresponden á la esperanza vuestra en el juicio de los otros, no por eso debeis suspender vuestras tareas, aun cuando las personas que hayan hecho aquella crítica sean dignos jueces para el caso (lo cual sucede pocas veces); pues el tiempo y la meditacion irán perfeccionando vuestras obras, y sobre todo la discusion irá aclarando los medios de que la verdad llegue á conocerse.

¡Cuan injustamente os retraeria de este objeto la supersticion con que miran algunos de ideas mezquinas el estado actual de nuestros códigos! Aquellos que ó juzgan imposible el adelantar sobre lo hecho, porque esto es imposible á las fuerzas que reconocen en sí mismos; o creen que se falta al respeto de la pública autoridad en desear la reforma de las leyes, como si mientras esta no se logra se tratase de no hacer respetable su observancia.

Genios miserables, que impedis un beneficio el mayor á que aspiran las naciones: que blasfemais inicuamente la conducta misma del gobierno con un celo ignorante: ya que

« VorigeDoorgaan »