Que alegre estaba esperando De vos agradecimientos Por la fineza que os hago, ¿Sin cuidar del beneficio Con ingratitud os hallo? DAMIAN.
¿Qué beneficio me has hecho, Hombre, que el infierno trajo Para estorbar mi quietud? Sabe que yo imaginando Que un grande favor te hacia, Venciéndome todo cuanto Fue posible, te he cedido A Jerónima; milagro
Es este de mi amistad ;
Y como nunca inclinado Te ví á su prima, escogila;
Y ya que una me has quitado, Otra pretendes quitarme, Para que si yo la alargo, Ver en quién pongo los ojos, Y obligarla de contado. FÉLIX. ¿Con que à la bella María Amais?
Esto es, Félix, claro. FÉLIX.
No sé cómo con la espada La respuesta no os he dado. Con que tal atrevimiento Teneis al ver que yo honrado, Por ser gusto antiguo vuestro Jerónima, os la he dejado!
Pues ya de parecer mudo. FÉLIX.
No sé si podreis lograrlo.
Lograrélo con la espada. FÉLIX. Pues, aunque viole el sagrado,
¿Con que á su eleccion quereis Que este duelo remitamos?
Pues aunque sé muy bien, Que afrenta un enamorado Consentir competidor Que se muestre apasionado, Como sé que contra mí Sois tan pequeño contrario,
Que aun me afrentara el venceros, Para ver si os desengaño He de consentir en ello; Y así obliguémosla entrambos, Y esté en su eleccion el ser O dichoso ó desdichado.
Pues porque á mí me es preciso Ir á hacer cierto recado, Iré y volveré, don Félix, De aquí á brevísimo rato. FÉLIX.
ESCENA VII.
DON FELIX Y DOÑA JERONIMA. JERÓNIMA.
Señor don Félix, ¡Cuánto me alegro de hallaros! FÉLIX. Pues ¿qué mandais ? JERÓNIMA. Seré breve. FÉLIX.
Vos sois avisado, Y sabeis muy bien lo que Una mujer de mi estado Se corre al decirle á un hombre, Que de su amor se ha prendado; Ŷ bien sabeis que cualquiera Debe estar muy obligado A semejante favor.
Yo (aunque me afrento al hablario) Os quiero bien, ya lo he dicho, Ved que respuesta no aguardo, Porque supongo que à vos á No os conviene el ser ingrato. Ved que una mujer os ruega De mi sangre y de mi estado.
¡Válgame Dios! ¿qué he de hacer En un lance tan estraño? Si lo que á mí me sucede Se fingiera en un teatro, Lance propio de comedia Lo juzgara el vulgo vano. Apenas à Madrid llego,
Y aun mis cosas no he empezado A disponer, y tan pronto Tantas confusiones hallo. Despechada una mujer, Que me quiere me ha mostrado; El otro quiere á la otra, Que es á quien de veras amo. A esta, cierto, no la quiero; Mas ¿cómo he de ser ingrato A una mujer que me ruega? Mas si á su prima idolatro, ¿Cómo he de poner en otra Ni mi amor ni mi cuidado? Y si el otro me ha cedido Cauteloso ó cortesano La que él primero adoraba, Y ahora á mí me está adorando, Y él quiere la que yo quiero, Le hago grandísimo agravio En no ceder, pues cedió, Y él su gusto ha sujetado. Pero todas estas cosas Vinieran muy bien al caso, Si no hubiera en medio amor; Pero, pues amor ha entrado, Ni Jerónima ó Damian,
Ni el mundo que esté en contrario, Ni uno con sofisterías,
Ni la otra con halagos
Me apartarán, ó María,
Del amor que te he mostrado.
DON FELIX, DON DAMIAN, y luego
No por cierto, Don Damian, no habeis tardado.
Pues yo ya habia juzgado Que el cuarto estuviese abierto, O que hubiesen ya salido Las dos á conversacion. FÉLIX.
Aun no será la ocasion. DAMIAN.
Pues á buen tiempo he venido. FÉLIX. Pues mientras tanto que salen, Ya que no hemos de reñir, Mirad si quereis venir Fuera.
Tus palabras valen Mucho hoy conmigo; gustoso, Aunque yo que hacer no tengo, A seguirte me prevengo, Por no hacerme sospechoso Con quedarme.
Andad con Dios;
Mas presto volver podeis, Si por ventura quereis Hablar despació á las dos.
Ya te dije, Anita, como le hable; La respuesta no aguardé, Y el aguardarla me aflige. No se debiera buscar Bien alguno, ni querer, Tan solo por no tener El trabajo de esperar. Y es tan grande este dolor, Que segun llego á pensar, Si es malo el desesperar, El esperar es peor;
Porque el bien, si es que se alcauza, No causa placer cumplido,
Como está el pecho rendido Al rigor de la esperanza. Y á no haber sabido cierto, Que por mi desafiado
Sacó á don Damian al Prado, Primero me hubiera muerto, Que decirle mi pasion; Pero como su amor sé, Por eso, Anita, le hablé Con tanta resolucion. Don Damian ya he conocido, Y me lo dijo el criado, Que es un tramposo, preciado De discreto, y presumido. Estotro es rico y galante, Y es sin duda que me quiere; Y como se dispusiere Nuestra boda en un instante, Tú serás mi camarera, Y por de dia y de noche Siempre hemos de andar en coche, Tú al vidrio y yo á la testera. Si una bata entonces saço, Sacaré otra para tí, Un reloj y escusali, Con tu caja de tabaco. Estando así tan bonitas, Tendremos mil galanteos, Por lucir en los paseos Y campar en las visitas.
Pues ya que estamos los dos Solos, y no me das blanca, Cobrar quiero en modo raro, Porque por hablarte claro El corazon se me arranca. Díme, infeliz mequetrefe, Pobre trompeta, holgazán, Que eres un pobre bausán, Y andas fingiéndote un jefe : ¿Quién demonios te ha soplado, Por arte de Bercebú, O de dónde sacas tú Que he de ser yo tu criado? Bien sabes tú que sirviendo Estamos con cierto usia, Y en su casa todo el dia Te llaman Juan Pereciendo. El tal amo lameron,
Que el soltar cuartos le amarga, Bien ves que la paga alarga, Y que acorta la racion. Tú estos daños resarcidos Tienes en los bienes suyos; Pues diciendo que son tuyos, Vas á lucir sus vestidos.
¡Y que estés enamorado be esa infeliz pobretona, Que no tiene ni ha tenido Nada, y tú tienes creido Que es una gran señorona! El verla es cosa de risa, Pues con agujero tanto Parece punta de manto El faldon de su camisa.
Y aunque anda tan á lo majo Por encima y pulidito, No lo creas, pobrecito, Que está la maula debajo. Además, voy a otra cosa: Si esta ha de ser tu mujer, ¿Sabes tú qué sabe hacer, Si es humilde y hacendosa? Ahora bien, yo la pregunto, Digame esta niña: ¿cuál Se llama punto pascual? ¿Cuál es de sábana el punto? ¿Cómo se pone un guisado? ¿Cómo se arrima una olla? Cuántos cachos de cebolla Se echan en un estofado? ¡Vaya, que no sabe nada
De esto, ni ella lo ha estudiado! Solo en hacer un guisado juzgo que será estremada.
DON DAMIAN, DON FELIX Y ROQUE.
Aquel de Valladolid,
Don Damian, me ha detenido ; Él no sabe que he venido Esta mañana á Madrid. ¿Han salido?
Mas ahora digo que sí. Jerónima viene aquí, Y tambien doña María.
ESCENA XV.
Ahora aquí será la risa. MARÍA.
Tomad el reloj aprisa.
ESCENA XVI.
DICHOS Y DON RODRIGO. RODRIGO.
¡Válgame Dios! honra mia, Que à tan infeliz estado Posible es que hayas llegado Por la infamia y picardía De dos sobrinas malvadas, De un huésped que infiel ha sido, De un picaron atrevido Y dos perversas criadas? Mas no quiero alborotar; Con paz averiguar quiero Lo que responden primero, Y después determinar. No cuido de este bribon; De Félix quiero saber,
Que á estotro yo le haré hacer Lo que fuere de razon.
Don Félix, bablemos claros, ¿Qué os he dicho cara á cara?
Y no lo habeis cumplido. FÉLIX.
No cumplí? ¿cómo que no? Vuestro honor licencia dió Que el que fuese su marido Entre sin repulsa alguna,
Y aunque hoy vine, y entré boy, Yo cumplo como quien soy En casándome con una.
Tú, alcahuete, Tambien estabas aquí?
Yo vengo á tratar por mí, Que no por ningun pobrete.
Y vos podeis de contado A la otra prima elegir, Pues ninguno ha de salir Sino que salga casado. ROQUE. Esto va bueno, por Dios.
ROQUE. Yo tambien. RODRIGO.
Solo resta el ver á quién Los dos quereis de las dos.
Obra, palabra ni oferta, Mas que su necia esperanza. RODRIGO.
Pues sin acomodo queda, Dad la mano al punto vos.
Yo no me caso con ella. RODRIGO.
Pues ¿por qué?
Por ser quien es. JERÓNIMA.
Pues no quede yo en afrenta : Caseme, y sea el que fuere, Sombra de marido tenga; Cumplid, don Damian, lo que Me ofreceis por estas letras.
(Saca un papel.)
(Ap.) Preciso es que me convenga, Aunque desde aqueste instante Mi infierno ya en vida empieza Con tal mujer.
Que Don Félix me corteja,
Y es mi amor; hoy por mí al Prado Fué à reñir una pendencia.
Don Félix me ha prometido Hoy ser mi esposo, y en esa Suposicion hablo así.
RODRIGO. Nueva confusiou es esta. JERÓNIMA.
Y mi aficion á las prendas Rendí de doña María.
Con tal que no sea á ella, Servid y amad á la otra.
No ha mucho que en esta pieza Me dijisteis, persuadiendo Que mi afecto la rindiera :
MARÍA. Es mi marido. RODRIGO.
Apuremos la materia : Don Félix, ¿á cuál quereis? FÉLIX.
Di palabra, y cumpliréla, Señor, à doña María; Su prima se engaña ciega, Pues juro que no la debo
ESCENA PRIMERA. HORMESINDA, ELVIRA.
Bella Hormesinda, templa el sentimiento, Suspende tu continuo y triste llanto; Da lugar al consuelo, amada, y tanto No llores y suspires afligida. Mucho tardar no puede ya tu hermano En volver á Jijon; su brazo heróico Dejará la insolencia castigada Del tirano Munuza : tú vengada Por su acero serás; no desconfies, Y vuelve á serenar el rostro bello, Que contemplan los miseros cristianos Como única señal de su fortuna. La miseria en que gimen importuna Consuelan con mirarte como hermana De Pelayo, su asilo y su esperanza ; Y así, porque su aliento no desmaye, Suspende el llanto, esfuerza la alegría.
¿Cómo podré alegrarme, Elvira mia, Ni cómo facil es que se consuele La infeliz Hormesinda, que infamada Se mira por un bárbaro villano?
No es cual juzgas tan áspero tirano: Su mucho amor cegó su entendimiento, Y atropelló con fino atrevimiento Por lo que otro galán no atropellara Que no fuese tan ciego y tan amante; Pero tê dió satisfaccion bastante En el modo que pudo, pues afano Solo aspiró á la dicha de tu mano.
¿Y cómo era posible que pensara Un moro vil, infame y atrevido, Entre tostados árabes nacido, Llegar á conseguir fuera su esposa La hermana de Pelayo? El gran Pelayo, Que en las funestas márgenes del Lete Al africano ejército fué rayo. Un moro, que en escuela abominable Los dogmas aprendió torpes y rudos, Con que enseña falaz su errada seta La falsa religion del vil profeta, ¿Pudiera presumir que una cristiana Le admitiera por digno de sus brazos Sacrilega con no licitos lazos?
¡Ay Elvira! mi bárbara fortuna Dio tanta libertad á su deseo, Sin poder los cristianos resistirlo. El verme en el ultraje que me veo Le prestó alientos. ¿Quién me lo dijera A mí, cuando el obsequio desdeñaba De tanto conde godo; cuando fiera Despedi esposos nobles en la Galia, Y me negué á los príncipes de Italia?
¡Ah memoria! ¡Ah memoria! ¡Qué tormento Tan bárbaro me das! ¿No soy yo aquella Por quien mas de una vez la real Toledo De principes augustos se poblaba? ¿No soy la que los ánimos prendaba A un tiempo de los godos y españoles? Pues cómo (¡ay de mi!) pudo un falso moro Prender mi libertad con torpe nudo? ¿Cómo aspirar á ser mi esposo pudo Quien no merece ser esclavo mio? Yo, de la sangre astura descendiente, Con la real casa goda emparentada; Yo española y cristiana; yo hija amada De Luz y de Favila; yo heredera De mil cántabros pueblos y asturianos, Que la vida espondrán por su señora, Y en cautiverio vil me miro ahora!
Consolarte, señora, ya procura.
¡Que así se ha malogrado mi hermosura. Oh cielo santo! ¡Oh temeroso dia! Qué lóbrego amanece! Qué funesto A una alma triste ajena de alegría! ¡Ay, cómo yo me acuerdo del pasado Tiempo feliz, en que hasta el rey Rodrigo Se vio por mi desdén martirizado! ¡Cuántas veces de envidia fué tocada Con desesperacion la hermosa y linda, Aunque infeliz, bellisima Florinda! ¡Cuántas veces de mi fué reputada Por infeliz! ¡Mas ay! ¡Oh cuántas veces Vengo à ser yo mas que ella desdichada! ¡Es esta la fortuna que envidiar on Cuando mis fieros émulos juzgaron Que el tálamo real yo le ocupase, Despreciadas las prendas de Egilona, Y estimé en poco entonces la corona!
Consuélete, señora, la desdicha Comun que lamentamos; no eres sola : . Ya ves la uacion inclita española En su patria cautiva y sojuzgada Por la canalla vil que Africa envía. ¿Quién ignora el conflicto y agonía De aquella horrenda y pertinaz batalla
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