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DON DAMIAN Y DON FELIX. La apoco si la exagero,

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La ofendo si la retrato.
Valido de la ocasion,
Con el sombrero en la mano,
Disimulando lo amante
Con muestras de cortesano,
La hablé; respondió discreta
Y afable; mas no es estraño,
Siendo discreta, que huyese
Del vulgar grosero trato

De aquellas, que encubrir quieren
La necedad con lo ingrato.
Acompañéla á su casa,
É inquiriendo y preguntando,
Llegué à saber finalmente,
Por los vecinos del barrio,
Que es la dama por quien muero
Y en cuyos ojos me abraso,
Doña Jerónima Perez,
En cuya casa hoy estamos.
Es tanta su hizarria,
Su perfeccion y su garbo,
Que es lo menos su hermosura,
Con tenerla en sumo grado.
Aquel andar tan airoso,
Aquel chiste y desenfado,
Aquel primor con que juega
De la basquiña y el manto,
Su discrecion, su gracejo,
La invencion de su tocado,
El buen gusto en el vestir,
Y del vestido lo estraño,
Admiracion de la corte

Es, y aun de la España; y tanto,
Que ya por antonomasia

Sin hacer cuenta ni caso
De tan bellas damas como
Tiene el recinto mantuano)
La Petimetra la llaman,
Titulo con que se ha alzado,
Y en Madrid es conocida.
Discurre tú por un rato
Cual será la que hace raya
En pueblo tan dilatado.
Y aun te aseguro quisiera
No fuese su primor tanto,
Por el peligro que tiene
Lo culto con lo afectado.
Es su dote, cuando menos,
Diez y siete mil ducados,

Segun ella me lo ha dicho.
Doña María Fajardo
Es su prima, y ambas juntas
Viven en un mismo cuarto;
Pero es de doña María
Tan circunspecto el recato,
Que ni aun que la hablen permite;
Y es su genio tan cerrado,
Cuanto abierto el de su prima;
Y en mi su modestia ha obrado
Ocultamente, de suerte
Que aunque estoy enamorado
De Jerónima, si el dote
Fortuna hubiera trocado,
Me trocara yo tambien;

Que la hermosura echó el fallo
En su rostro, y á gastar
El adorno y aparato

De estotra, no fuera menos;
Pero pues así los hados

Lo quieren, perdone el mundo,
Que á Jerónima idolatro.
A las dos las cela un tio,
Tan ridículo abogado,
Que si por algun descuido
Nos hallara en este cuarto,
Con ambas primas por fuerza
Nos casáramos entrambos;
Y por saber que á estas horas
Don Rodrigo está estudiando,
Vengo, porque por de noche
Ni à la tarde es escusado,
Segun la gran vigilancia
Con que las está guardando;
Pues no hay Mercurio que baste
Para adormecer tal Argos.

FÉLIX.

Cierto, don Damian amigo,
Que admiracion me ha causado.

DAMIAN.

Pues aun es mas lo callado, Don Félix, que lo que digo.

FÉLIX.

Me hace admirar el saber Que es don Rodrigo su tio.

ESCENA II. DICHOS Y MARTINA. MARTINA.

Usted y este señor mio

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Pues & quién hay que en buena cuenta Que à galán que no da zumo,

No saque por conclusion,

Que todas las amas son
Cual la puerca cenicienta?

Y siendo esto último en casa,
Doña María, á fe, á fe

Que no hay duda alguna en que
Del grado de ama no pasa;
Mas à estotra es disparate
El no llamarla señora;
Su prima la llevó ahora
A la cama el chocolate,
Y va á empezarse á vestir.

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Por mas que le aprietan, quiera, Y por él esté muriendo, Siendo un don Juan Pereciendo, Sin blanca en la faltriquera! ¡Y que esta mujer se muera Por aqueste mentecato, Paseante y almirantero, Viga derecha y pelmazo! Sí, señor: mucho galon, Que ayer lo desechó el amo, Mucha vuelta con feston, Buena media y buen zapato, Sombrero fino, y la capa Con tanto terciopelazo, Espadin preso al ojal, Cual venera ó relicario; Y todo esto ¿en qué se funda? En que soy don Damian Pablos, Escribiente de un señor, Con racion de nueve cuartos, Acribillado de trampas, A puro pedir prestado, Y andar engañando bobas Con fingidos mayorazgos. Pero á fe, que de los dos No sé cuál mas engañado Será, porque la tal dama, Sin ser juicio temerario, Entre veinte compañeros Valdrá cuatro ó cinco ochavos Ella, su dote y su ropa.

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Mentecata, ¿Te has criado en las Batuecas? Dime ¿dónde has visto tú, Que una mujer de mis prendas Use dos veces seguidas Una cosa mesma? que eso Se estilará en tu lugar, Donde todo el año entero La propia saya y jubon Trae la mujer del alcalde, Y si no lo halla de balde, No se muda ni un cordon. Mas yo que tal cual me veo, A Dios gracias, poderosa, ¿Por qué he de usar una cosa Como tú dices arreo?

MARTINA.

Es que el buen gusto pudiera Ese defecto suplir.

JERÓNIMA.

No hay gusto en el repetir. (Vuelve Ana).

ΑΝΑ.

Juzgué que con él no diera,
Segun estaba escondido;
Pero en fin ha parecido.
JERÓNIMA.
¿Y el espejo?

ΑΝΑ.

Ya está aquí.
JERÓNIMA.

Oyes, me parece á mí
Que mas limpio puede estar.

ANA.

Pues ¿cómo le he de limpiar? JERÓNIMA.

¿Cómo has de limpiarle ? así.

¿No ves esas listas auchas? ¡Qué curiosidad tan pura! Asi á mi se me figura

(Limpiale).

Que tengo el rostro con manchas.

ANA.

Yo bien le limpié.

JERÓNIMA.

¿Qué altercas?
¡No es cierto para rabiar,
No poderse bien peinar,
Por el teson de estas puercas!
¡Que tal necesidad reine
En un siglo tan contrario,
Que he de pagarla un salario,
No mas de porque me peine!
Y está con su habilidad
Tan vaua la tal criada,

Que hace esto, y no hace mas nada;
Pues por cierto y por verdad,
Que veinte reales al mes,

Dos cuartos que almuerzo llama,
Y los desechos del ama,
Moco de pavo no es.
Y esto de que es menester
Estar por fuera decente
Es lo que te hace insolente,
Y te hace ensoberbecer.
Ahora digo, y con razon,
Habiendo en vestir tal norma,
Que las mujeres de forma
Tenemos gran sujecion.
¡Vamos à peinar?

ANA.

Señora... Si usted sabe que en peinar No la pudo contentar Otra criada hasta ahora, Y que luego que yo entré, Sin ser esto vanidad, Con mi grande habilidad Toda la corte admiré, ¿Para qué es tanto rigor, Por un descuido no mas? JERÓNIMA.

Cuándo tú refrenarás El pico tan hablador?

ANA.

¿Pues no me has de permitir,
Ni hablar con modo debido,
Habiéndote merecido
(Déjamelo ahora decir)
La confianza tan grande,
Que no á todas se la dan,
Del amor de don Damiau?
JERÓNIMA.

Ya recelo yo que ande
Bien en tu boca mi honor,
Mas ¡desdichada de ti!

ANA.

No receles tal, y di, Sin lisonja ni favor: En acertarse á peinar, Y en ponerse el pitibu, ¿Hay alguna como tú?

JERÓNIMA.

No te lo puedo negar.

ANA.

Ni negarás que tu porte
Es ya por mi aplicacion
Envidia y admiracion
De las damas de la corte.
JERÓNIMA.

Cierto.

ANA.

Y si mas se penetra, Segun todo el mundo vió, Desde que te peino yo, Te llaman la Petimetra. JERÓNIMA.

Es verdad.

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Digolo, porque pudiera
Darme alguna estimacion
El tener con perfeccion
Mi habilidad peluquera.
Y no es eso solamente
Lo que en mi se encontrará,
Porque otra ninguna habrá
Que pueda poner decente
Con menos costa á su ama,
|Pues de cualquier trapo viejo
Formado un vestido dejo,
Digno de la mejor dama;
Que los vestidos de hoy dia
No son de coste, señora,
Porque solo se usa ahora
Hojarasca y policía;
Y los pocos que tú tienes
(Ahora que solas estamos)
Bien sabes que siempre andamos
Mudándolos.

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ANA.

Tengo mi madre vellera,
Y no sabré cómo se hace?
JERÓNIMA.

Mas calla, que Mariquita
Ya con sus ridiculeces
Viene aquí.

ESCENA VII.
DOÑA MARIA Y DICHAS.
MARÍA.

¡Jesus mil veces!
¿Es posible, Jeromita,
Que á estas horas sin vestir
Estés en el tocador,
Sin ponerte á hacer labor,
Ni quererte persuadir
A que tanto señorío
Como el tuyo no está bien,
Ni le corresponde á quien
A espensas vive de un tio?
Ya sabes que la fortuna
Hoy me tiene reservados
Diez y siete mil ducados,
Y que á tí mas importuna
Te miró. No te alborote;
Pues no es vileza infamada
El que una doncella honrada
Lleve en honor todo el dote;
Y tú no contenta, prima,
Con andar vociferando
Que es tuyo, me estás tratand
Con desprecio y sin estima.
Ya ves que tú no haces nada,
Y yo siempre cocinera
Te sirvo, como si fuera
La mas indigna criada.
Pues no, prima, no es razon,
Que la que ha de ser mujer
De todo debe saber,
Del estrado y del fogon.
Bien sabes que nuestro tio
Muy agrio contigo está,
Y por eso te habla ya
Con despego y con desvío.
Todos se burlan de tí,
Y tu lo juzgas favor,
Que el celebrarte el humor
Es chanza que se usa aquí.
JERÓNIMA.

Bueno es eso; tù quisieras
Que una puerca fuera yo,
Y que me arrastren, ó no
Calandrajos y arpilleras,
Arpillera y calandrajos
Fuesen mi adorno y mi tren,
Y que llevara tambien
Por defuera los zancajos.
Quisieras que yo anduviese
Con tanto moco colgando,
Y que con los piés andando
Hiciera una y otra ese.
Que llevara el delantal
Arrastrando por un lado,
Y del otro levantado
Con las rodillas igual.
Quisieras que me peinara
En bolsa, moño, ó rodete,
O que anduviera el copete
Ofuscándome la cara.

Que el manto sin punta fuese,
Como viuda ó alcahueta,
Y una cola de bayeta
Con que las calles barriese.
Quisieras...

MARÍA.

No quiero nada: Entendámonos, mujer, Que un medio se ha de escoger,

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¿Declinar yo? ¿qué motivo Para una razon como esta He dado yo? ¿por ventura Conservarás tu nobleza Con pompa y con vanidad, Sin tener de dónde venga? ¿Afrento yo á mi linaje Porque vivo con modestia Decente, no escandalosa, Bien limpia, y no deshonesta? ¿Tan grande es mi desaseo, Que sí el tiempo que tú empleas En tocarte, le gastara Yo en la mesma diligencia, No hiciera bien mi papel Por cualquier parte que fuera? ¡No te corres, prima mia, De que te traigan en lenguas, Llamándote todo el mundo A una voz la Petimetra? Y es lo peor que tú juzgas, Que es honra para ti inmensa Lo que tuvieran por nada Las locas maravilleras. ¡Qué titulo tan famoso! Por cierto, que si tuvieras Juicio y discurso, la cara De empacho te se cayera; Pues à mi aun el ir contigo Me da temor y vergüenza, Porque todos son fantasmas, Postes, visajes y muecas. Y yo no sé qué interés Tan vano es el que te lleva Por ese hombre vagabundo; Pues si quien es consideras, Verás que lo menos malo Que tiene es suma pobreza, Poco dinero, mucha hambre, Y mas aire en la cabeza. El de tí se está burlando, Y como te lisonjea, Entiendes que es discrecion Lo que es solapa y cautela. Y esta criada, que el diablo Trajo, porque tú te pierdas, Es la que tiene la culpa De las mas de tus simplezas. Ella con sus embelecos Te embrolla, y.............

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