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1

Voz sonará que al cielo te levante
Con debidos honores,

Venciendo de los años el desvío,

Y asociando

á tu gloria el nombre mio.

Elegia a las Musas.

Esta corona, adorno de mi frente,
Esta sonante lira y flautas de oro,
Y máscaras alegres, que algun dia
Trémulas recibid, y el canto acabe,
Que fuera osado intento repetirle.
He visto ya cómo la edad lijera,
Apresurando á no volver las horas,
Robó con ellas su vigor al númen.
Sé que negais vuestro favor divino
A la cansada senectud, y en vano
Fuera implorarle; pero en tanto, bellas
Ninfas, del verde Pindo habitadoras,
No me negueis que os agradezca humilde
Los bienes que os debí. Si pude un dia,
No indigno sucesor de nombre ilustre,
Dilatarle famoso, á vos fué dado
Llevar al fin mi atrevimiento. Solo

Me disteis, sacras Musas, de mis manos

Se estremece la cúpula soberbia,

Que al vicario de Cristo da sepulcro.

¿Quien pudo en tanto horror mover el plectro? al verso acordes armonías,

¿Quién dar

Oyendo resonar grito de muerte?

Tronó la tempestad; bramó iracundo

El huracán, y arrebató á los campos
Sus frutos, su matiz; la rica pompa
Destrozó de los árboles sombrios;
Todas huyeron umidas las aves

Del blando nido, en el espanto mudas;
No mas trinos de amor. Así agitaron
Los tardos años mi existencia, y pudo
Solo en region estraña el oprimido

Animo hallar dulce descanso y vida.

Breve sera, que ya la tumba aguarda,
Y sus mármoles abre á recibirme;
a ocupar... Si no es eterno

Ya los voy

El rigor de los hados, y reservan
A mi patria infeliz mayor ventura,
Dénsela presto, y mi postrer suspiro
Sera por ella... Prevenid en tanto
Flébiles tonos, enlazad coronas
De ciprés funeral, Musas celestes;
Y donde á las del mar sus aguas mezcla
El Garona opulento, en silencioso
Bosque de lauros y menudos mirtos,

Ocultad entre flores mis cenizas.

NOTAS A LAS POESIAS SUELTAS.

(1) Apenas, Fabio, lo que dices creo. Esta sátira, que publicó la Academia española en el año de 1782, y reimprimió después en la coleccion de obras premiadas, ha sido posteriormente corregida por el autor para darla de nuevo à la prensa.

Dividese en ella la poesía en sus tres géneros principales: lirico, épico y dramático, prescindiendo de los demás en que estos pueden subdividirse. Asi logró el autor hacer mas metódico y perceptible el plan de su obra: reduciéndole à lo que el poeta canta en la exaltacion de su fantasía y de sus afectos; á lo que refiere, celebrando los héroes y los graudes sucesos que le dicta la historia, y á lo que enseña, poniendo en el teatro una imagen de la vida, copiando los vicios ridiculos ó terribles, para inspirar en el ánimo el amor à la verdad y á la virtud.

En la lírica, después de hablar de los argumentos triviales y de ningun interés, censura los vicios de estilo, las metáforas violentas, la exageracion, la redundancia, los conceptos falsos, los juegos de palabra, los equivocos y retruécanos. Culpa la perjudicial mania de componer de repente, y la de solicitar el aplauso del vulgo con bufonadas y chistes groseros, que desacreditan á su autor y á quien los celebra. Desaprueba en los poetas antiguos el uso destemplado de voces y frases latinas, de que resulta un estilo afectado y pedantesco: aludiendo particularmente à las obras de Góngora, Villamediana y Silveira; y en los modernos la mezela absurda de los arcaismos con palabras, acepciones y locuciones Irancesas, que alterando la sintaxis de nuestro idioma, destruyen por consiguiente su pureza y su peculiar elegancia.

En la épica se hace cargo de dos defectos muy considerables falta y y esces de ficcion. Del primero resultan epopeyas lánguidas, ó mas bien historias en verso, sin artificio alguno poético, y por consecuencia sin interés ni deleite. Por el segundo, la fábula épica se confunde en una multitud de incidentes episódicos, que alteran la unidad, turban el progreso del poema, y cuando en ellos se abusa de lo maravilloso, bacen su narracion increible. Por las indicaciones que da el autor en esta materia se infiere que consideró como faltos de invencion los poemas de la Araucana de Ercilla, la Mejicana de Gabriel Laso, la Nueva Mejico de Villagrán, y la Austriada de Juan Rufo; y de imperfectos, por el estremo contrario, el Bernardo de Valbuena, y las Lágrimas de Angé lica de Luis Barahona de Soto. Estiende su crítica á las menudencias pueriles que degradan la sublimidad de la epopeya; á las imágenes repugnantes en las descripciones de las batallas, à los estravíos de la fantasía, y a la inoportuna erudicion. Reprueba los gigantes, vestiglos, dragones, estatuas que hablan (y en esto se censuró el autor á sí mismo). carros aéreos, globos y espejos encantados, y otras invenciones derivadas de los libros caballerescos, que ya no sufre la filosofia de nuestra edad, y esceden los límites de toda licencia poética.

En la dramática acusa el autor á nuestros antiguos poetas de haber confundido los dos géneros trágico y cómico, de la inobservancia de las unidades, de la ignorancia de usos y costumbres, de haber aplicado al teatro los argumentos épicos, de no haber dado á sus fábulas un objeto moral ó de instruccion, adulando los vicios groseros del vulgo, 6 recomendando los de otra clase mas elevada como acciones positivamente laudables. No olvida tampoco las impertinentes chocarrerías de los llamados graciosos, el culteranismo de damas y galanes, los puñales fatidicos, apariciones de espectros, princesas desfloradas, rondas, escondites, cuchilladas, falso pundonor, lances (mil y mil veces repetidos) de la cinta, de la flor, del retrato, que dan ocasion à tan alambicados conceptos; y el voluntario y trivial desenlace con que finalizan aquellas enmarañadas fábulas. Las comedias de magia, de santos y diablos, y las de asuntos y personajes mitológicos (último esceso del error), merecieron también la desaprobacion del poeta.

Al leer la presente composición debe considerarse, que la Academia solo pidió á los aspirantes al premio una sátira, no un riguroso poema didáctico. Juan de la Cueva escribió en verso (con poco metodo, redundancia, desalino, y no segura critica) una compilacion de preceptos relativos al arte de componer en poesía. Los franceses tienen en su lengua la escelente poética de Boileau; nos falta en España un poema semejante, y mientras no aparece, solo la Leccion poética puede suplir!e. (2) St: la pura amistad que en dulce nudo. Don Gaspar Melchor de Jovellanos, uno de los mas distinguidos españoles que ilustraron los reiLados de Carlos III y Carlos IV, literato, anticuario, economista, jurisconsulto, magistrado, buen poeta, orador elocuente, unió á estas prendas la amabilidad de su trato, hija de su virtud tolerante y benéfica. A este hombre célebre debió Moratin una cordial estimacion, que ni la ausencia, ni el tiempo, ni las violencias y alteraciones políticas, pudieron estinguir ni debilitar. No se omita en el recuerdo de un varon tan ilustre el mayor elogio que puede darsele: sus ideas y su conducta no eran acomodadas á la edad de corrupcion en que vivia, ni al palacio, que nunca hubiera debido conocer. No es mucho pues que el autor de el Delincuente honrado padeciese destierros y carceles, sin que ningun tribunal tuviese noticia de su delito.

Agitada después la nacion en el conflicto de una invasion estranjera, su rey ausente, precisada á formar un gobierno para su conservacion, y un ejército que la defendiese, volvió Jovellanos à ocupar el puesto que le pertenecia; y à poco tiempo la envidia, la ambicion, los privados intereses, el furor de los malvados, le arrojaron de él: que en tales agitaciones y desórdenes nunca es el mando recompensa de la virtud, sino del atrevimiento. Insultado, proscrito, fugitivo de una á otra parte, anciano y enfermo, evitando à un tiempo el encuentro de las armas enemigas y la injusticia de su patria, apenas halló el benemérito escritor de la Ley agraria un asilo remoto en que poder espirar. Añádase este borron á los muchos que afean la historia de nuestra literatura.

(3) A vos el apuesto, complido garson. Los inteligentes dirán cual sea el mérito de esta composicion. Baste asegurar que una obra escrita en el lenguaje que hablaron en Castilla nuestros abuelos, cuatro siglos hace, en la cual no solo las palabras, sino las frases, el giro poético, la versificacion y las ideas, han de suponer la antigüedad que el autor quiso darla, es un esfuerzo muy difícil.

En ella celebró el poeta el casamiento de príncipe de la Paz con una nieta de Felipe V y no será la única, de las que escribió para el principe, que ocupe un lugar en esta coleccion.

Mientras aquel personaje mereció la predileccion del soberano, y dispuso á su voluntad de los destinos de la monarquía, los literatos y los artifices solicitaron su favor, como los prelados, los magistrados, los caudillos, los ministros, los embajadores, los grandes. Arbitro de la fortuna, y aun de la existencia de muchos de ellos, ninguno descono ció la necesidad de complacerle todos frecuentaron sus antesalas, su gabinete y su caballeriza. Distinguió á Moratin entre los humanistas que florecian entonces, y continuamente le estimulaba á escribir. Si algo valen las comedias originales de este autor, á él se le deben, y à la preferencia que daba á sus composiciones, entre las muchas que à portia le presentaban los demás. Error sin duda, pero no el mas grande de los que pudo cometer durante su gobierno.

Ni fue su amigo Moratin, ni su consejero, ni su criado; pero fué su hechura; y aunque existe una filosofía cómoda que enseña á recibir y no agradecer, y que obrando segun las circunstancias, paga con injurias las mercedes recibidas y solicitadas, Moratin estimaba en mucho su opinion para incurrir en tan infames procedimientos. Entonces trató de complacer á su protector por medios honestos, y entonces y ahora le deseó felicidad y se la desea. Todo el esfuerzo de las pasiones poco generosas que llegaron después á trastornar el órden público habrá sido bastante para despojar á este literato español de cuanto recibió del príncipe de la Paz; pero no habiéndole privado de su apellido y su honor, mientras los conserve, será agradecido. Esta virtud, que para los malvados es un peso insufrible que sacuden à la primera ocasion que se les presenta, en los hombres de bien es una obligacion de que nunca saben olvidarse.

(4) ¿Quieres casarte, Andrés? ¿O te propones... Para manifestar los defectos de lenguaje y estilo en que han incurrido algunos poetas modernos, imaginó el autor, que el medio mas breve era componer un centon de muchas de sus frases y versos, y presentarsele al lector imparcial, para que juzgue lo que su buena razon le dicte. Pudo recoger sus materiales con abundancia entre varios autores; pero le pareció que, reduciéndose á cuatro de ellos no mas, facilitaria el cotejo de los pasajes del centon con sus mismos originales. Esta precaucion, y la de no haber añadido nada de su parte, le proporcionaron el desempeño de su objeto con toda la exactitud que en estos casos se requiere.

No intentó desacreditar en esta composicion el mérito de algunos coetáneos, cuyos aciertos reconoce y admira; quiso únicamente rectificar una equivocacion, de las muchas que padeció don José Luis Munarriz en sus adiciones à las lecciones de Hugo Blair. Ali se dice que no se ha de aprender en Garcilaso, Jauregui, Rioja, Arquillo, Lope de Vega, Quevedo, ni en ninguno de cuantos versificaron en su tiempo, ni en todos nuestros ingenios, hasta el tiempo de Melendez; porque no castigaron sus poesías, en las cuales comunmente se observa incorreccion y desaliño. Por consecuencia, recomendó como exentas de estos defectos las obras de Melendez, y las de otros escritores que a ejemplo suyo pulan, corrijan y perfeccionen sus poesías.

En tanto pues que llega el caso de que nuestra juventud, descaminada por tan falsa critica, desprecie y abandone la lectura de los antiguos poetas españoles, creyendo hallar solo en los modernos las perfecciones que debe imitar, no será enteramente inútil la epistola dirigida á Andrés. Tal vez en ella se echará de ver que Munarriz se equivocó lastimosamente en lo que dijo, y que si deben leerse con precaucion los poetas antigues, lo mismo debe practicarse con los muy modernos, y que si aquellos fueron incorrectos y desaliñados, algo hay en estos todavia que se pudiera limar, castigar y perfeccionar.

(5) Ya los felices campos que corona. Esta oda se escribió á nombre de doña Sabina Conti, natural de Madrid, esposa de don Juan Bautista

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Conti. Se imprimió en Lendinara con otras poesias italianas y latina, compuestas al mismo asunto, en el año de 1755.

En el año de 1799, un autor vergonzante publicó en Barcelona la misma oda, callando prudentemente de donde le habia venido la inspiracion poética; aplicó á la festividad del Corpus el argumento, y añadió y quitó lo que le pareció suficiente para hacerla suya. Vease una prueba de su trabajo.

Ya las calles y plazas que corona
Marcial cordon, y la piedad ocupa,
Oigo sonar con voces de alegría,
Que repiten los ecos.
Llena de pueblo Barcelona bumilde,
Hoy los altares religiosa adorna

Al Rey triunfador, a cuya planta

Yace el hereje impio, etc.

Así prosiguió con su obra, la cual efectivamente ni puede llamarse original, ni imitacion ni copia. Con esta misma delicadeza y acierto le han imitado à Moratin varias veces en las composiciones dramáticas, á la manera del dibujante inepto que pasa al trasluz una figura estropeando todos sus contornos. Entre los varios métodos que se han descubierto, para saber sin estudiar, este es el mas breve.

(6) Flumisbo, el celebrado. Don Nicolas Fernandez de Moratin nació en Madrid en el año de 1737, y murió en el de 1780. Cultivó con acierto varios géneros de poesia. En sus romances hay pinturas felicisimas, que anuncian la fecunda imaginacion del poeta, y el estudio que habia hecho de nuestra historia y antiguas costumbres. El canto épico de las Naves de Cortes se considera como lo mas perfecto que tenemos en este genero. En sus composiciones amorosas imitó con maestria al Petrarca; en la hrica sublime rivalizó con nuestros buenos poetas antignos. La pureza de lenguaje y la armonía de la versificacion son comunes à todas sus obras. Menos apto su talento para la imitacion dramática, dió à luz una comedia y dos tragedias, que aunque muy superiores a todo lo que eutonces se admiraba en nuestra escena, no llegan todavía a aquella difiil perfeccion que se exige en esta clase de composiciones. Durante su ida combatió con éxito feliz los estravios del mal gusto, sostuvo los buenos principios, y facilitó con su ejemplo el camino a los que, le siguieron despues. Las noticias críticas e históricas de su vida, publicadas pocos años hace al frente de sus Obras póstumas, dan á conocer cuán benemérito fue este poeta de la celebridad que adquirió en su tiempo, y aun conserva en el aprecio de los inteligentes.

(7) Id en las alas del raudo cefiro. Sin abandonar el uso de la rima, tan autorizado ya en todas las naciones de Europa, puede la nuestra variar sus composiciones poèticas, adoptando en parte la versificacion de los griegos y latinos, en que no se necesita la consonancia. Es cierto que la prosodia de aquellos no es aplicable à las lenguas vivas; pero para juzgar el merito de la aproximacion (ya que la identidad es cosa imposible) basta un oido acostumbrado á conocer y à comparar las combinaciones de la armonía. No todas las clases de versos que fueron comunes a Grecia y Roma pudieran admitirse, puesto que en algunos ya no sabemos percibir el número, y nos parecen prosa: defecto que no está en ellos seguramente, sino en nosotros; pero eligiendo para la imitacion aquellos en que no hay este inconveniente, se lograria dar a la versificacion castellana mucha riqueza y variedad.

Jerónimo Bermudez fue el primero que lo practicó en los coros de sus tragedias. Don Esteban de Villegas, en su traduccion de Anacreonte, y en sus exámetros, sáficos y adónicos, repitió el mismo laudable atrevimiento, que debiera haber tenido mas imitadores. Aun quedan muchas cuerdas que añadir à la lira española.

(8) Cupido no permite. Bajo el nombre de Rosinda, celebró el autor en esta oda á María del Rosario Fernandez, á quien llamaron la Tirana. Empezó á representar en Sevilla su patria; pasó después à la compañía de los Sitios, y de allí, en el año de 1781, á la que dirigia en Madrid Manuel Martinez. Fué primera dama en ella, y obtuvo los aplausos del público, por las bellas prendas naturales que la adornaban, su constante aplicacion al estudio, y el celo infatigable con que procuraba sostener la celebridad y los intereses de su compañia. Sobresalió particularmente en las comedias antiguas, en las cuales, si no imitó la verdad de la naturaleza (que no siempre es fácil à un actor descubrirla en aquellas composiciones), supo à lo menos sustituir en su lugar un estilo fantástico, espresivo, rápido y armonioso, con el cual obligó al auditorio à que muchas veces aplaudiese lo que no es posible entender. Su juventud, su gentil disposicion, la nobleza de sus actitudes, su animado semblante, el incendio de sus ojos andaluces, su buen gusto y magnificencia, trajes y adornos, la bicieron grata à la multitud, y precisaron a los inteligentes à mirar con indulgencia sus defectos. Murio, retirada ya del teatro, en el año de 1803, á los cuarenta y ocho de su edad..

(9) Ya la feliz ribera. Amenazada Valencia por el ejército françés en el año de 1811, el gobierno de ella mandó destruir los edificios esteriores mas inmediatos á sus murallas. La órden se cumplió con funesta prontitud, y en pocos dias se demolieron el convento de la Zaidia, ana parte del arrabal de Murviedro, el palacio del Real y los parapetos del rio; se cortaron sus puentes, y se arrasó la hermosa alameda que coronaba sus orillas: todo à fin de facilitar la defensa de la ciudad, y la ciudad no se defendio, Pocos meses despues, el mariscal Suchet, de acuerdo con el benemeritò corregidor y ayuntamiento, hizo establecer el plantio de la alameda, y formar junto à él una copíosa almaeiga; la actividad de los celosos ciudadanos que intervinieron en ello aseguró el acierto de la ejecución. Esto alaba el poeta (y no mas que esto), persuadido de que plantar una arboleda en España es acción que merece elogio; y si como fue un francés el que estableció en Valencia un paseo magnífico, hubiera sido un negro bozal de Mandinga, igualmente lo celebrara.

Si en una especie de historia, impresa pocos años ha, se aplaude que el populacho de Madrid arrancase los árboles que mando plantar José Napoleon desde Palacio hasta la puerta de Castilla, el autor habrá tenido sus razones para adular aquel desahogo frenetico de la plebe, bijo solo

de su ignorancia. Tal es la variedad de los juicios humanos, el p = * celebra al general francés, porque hizo plantar unos árboles y el br toriador se hace panegirista de los manotos, porque los arranUKI GRA guno de los dos se ha equivocado groseramente.

(10) Te vas, mi dulce amigo. Es sensible que á la Historia de la do minacion de los arabes en España, escrita por don Jose Antonio Cindr. no acompañen algunas noticias relativas à la vida del autor. Bien ps diera haberlo hecho uno de sus mejores amigos, encargado despues de su muerte de concluir la edicion de dicha historia; pero tal vez se be debe agradecer su silencio. ¿Cómo hubiera podido hablar de los ultim. Ja años de aquel literato virtuoso y modesto, sin llenarse de indignactum a considerarle fugitivo, espatriado, perdidos sus empleos, destituito pe sus compañeros de la silla académica, y robado, y vuelto à robar poraze de juez, y á nombre de la patria? Bien hizo el editor de aquella obra en no escribir su vida. Si ei merito de Conde pudo envanecernos, su suerte nos avergüenza. Bueno es callar las aflicciones que tuvo que sufrir bueno es que se ignore que un sabio español, en el ilustrado siglo 191⁄2, debió à la sensibilidad de sus amigos los ultimos auxilios de la me cina y los honores del sepulcro.

(11) Deja tu Chipre amada. El autor estudiaba à Horacio traduciesdole. No hay medio mas seguro de conocer hasta dónde lega el mera de aquel poeta, y la superioridad del idioma en que escribio, compa rado con los modernos. En las traducciones que contiene esta colecciED se verá el deseo laudable de acertar, y la dificultad de conseguir.

(12) Febo, desde la tierna infancia mia. Don Juan Bautista Coat, '#rato italiano, vivió largas temporadas en Madrid, durante los reinatu 4* Carlos III y Carlos IV. Su carácter amabillsimo y su esquisito gadu re la poesía le facilitaron el trato y amistad de los sujetos nas instruid de la corte, y entre ellos la de Moralin el padre. Muerto este, e dras su hijo un cariño constante, y con el los mas acertados consejos serra del estudio de las buenas letras, y la elección e imitacion de los æẹn res modelos; de los cuales le enseñaba á percibir los aciertas y a uwa los errores. Las traducciones que hizo Conti de nuestros mas acrediə dos poetas, y las notas con que las ilustró, manifiestan cuán util pudo ser su trato à un jóven, que empezaba entonces la carrera poética, sin im auxilios que hubiera podido hallar en su padre, cuya celebridad aumestaba su temor y su desconfianza.

Entre las muchas poesías de Conti, que han quedado manuscritas, to será indiferente á los lectores españoles un elogio que hizo del ada de Floridablanca, reduciéndole al siguiente soneto:

Fra i cari suoi, vanta la gloria un figlio,
Che vivi rai pria nel senato ibero
Sparse d'alta dottrina e di consiglio;
Poi dove han trono i succesor di Piero.
Ei, fra lire di Marte, e nel periglio
Resse lo stato, e freno l'anglo altero:
Tolse la patria all'africano artiglio,

E dell'Egeo le vie schiusse al nochiero.
Per lui Pallade ha tempio: e la, di quante
Natura erbe creó chiostra verdeggia ·
Per lui piano é il cammin su gli ardui seogh.
Vom, non di fregi e d'er ch'offre la reggia.
Ma de suoi re, ma di sua patria amante..
Deh! si gran dono, ò ciel, tardi vitogi,

(15) Basta, Cupido, ya, que à la divina. El sonete se ha considerat, siempre como la mas dificil de las composiciones cortas. Boileau » „a, esta opinion, asegurando que apenas entre mil sonctos francese hallarian dos o tres dignos de estimacion. Lo mismo puede decirip çe los que se han escrito hasta ahora en Italia y España: pocos bay que jun dan contarse por escelentes, entre la multitud innumerable de € 14 ) evidente la dificultad del acierto; pero no debe sacarse la coosecure a que algunos críticos modernos han querido establecer como princip afirmando que la perfeccion de un soneto, cuando llega a lograrse, a vale el trabajo que cuesta; y que por consiguiente es un pênero qui si ria bueno abandonar. Nada de esto es cierto. Los buenos sodelni, trE cida la dificultad que se ofrece al hacerlos, premian subiadamente a fatiga de su autor, y si no han de cultivarse en la poesia, otros gérera que los muy fáciles, poca estimacion merecerán los cue se dedi¡-ra # ella. Los Argensolas, Góngora, Luis de Leon, Francisco de la Torre, Arguijo, Lope, Jauregui, Herrera y otros escribieron algunos sode 14 iguales en mérito à sus estimadas obras; y sí las difien tades que senta su composicion les hubiesen retraido de hacerlos, a inqae est po dad que no se hubieran escrito algunos millares de sonetos code, mente malos, también lo es que no tendriamos una porción de ell pueden competir con los mejores de Italia. No se estravie a la pave at con falsos raciocinios; no atajemos las sendas que dirigen à la tera lidad; y si carecemos del talento y gusto necesarios para sub pesalir ex tales ó tales generos, no nos empeñemos en desacreditart »,ext s zando la fantasia de los demás con la propagacion de doctrir að aði 17121 Es difícil hacer un buen soneto: Inego no se deben esa bir SEE Tampoco es fácil componer un poema épico, una tragedia, una come dia, una oda; luego no debe cultivarse ninguno de estos ramos de a poesia. Si lo que es dificil no ha de intentarse, ¿que podra escribirist Nada, sino alguna compilacion indigesta de preceptos impertinent aplicados à la teoria de las artes que no hayamos practicado jamas (14) Hoy que cerrado el templo de Belonu. La esposicion de las pro ductos de la industria francesa sorprendió en el abu de 1819 a

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la vieron. No era de esperar que aquella nación, babiendo sostenida, e espacio de mas de cinco lustros una guerra sangrienta contra todas as demás de Europa, ya defendiéndose, ya usurpando, ya verce fora, Na biera podido seguir cultivando en sus talleres y sus fabricas tax am industriales, que se han considerado siempre como fratis exta de la paz. Los estranjeros admiraron el progreso de todas ellas, dr fos utensilios rurales, a la maquinas nas ingenic as dende el..

endurecido al fuego para usos domésticos, ó para la construccion de edificios, hasta las porcelanas y los cristales; curtidos, encajes, lienzos, paños, bordaduras, tapices, muebles, grabados, pinturas, estatuas, joyas, flores, plumas, productos químicos, ediciones, encuafernaciones, péndulos, globos, armas, instrumentos músicos: cuanto es necesario à la vida social, cuanto puede apetecer el gusto mas delicado del hombre opulento, otro tanto se vió reunido en el palacio del Louvre, nunca mas suntuoso que en aquella ocasion.

(15) Tú solo el arte adivinar supiste. Isidoro Maiquez, natural de Cartagena, tejedor de sedas, aficionándose al teatro desde su juventud, empezó á representar en las compañías cómicas de Valencia. Tal es el principio que han tenido cuasi siempre los actores de España. Hijos de padres humildes, aplicados tal vez à algun ejercicio mecánico, inclinados a ver comedias y representarlas, y resueltos por último à abandonar su oficio por un arte en que es tan dificil acercarse a la perfeccion, sastres, carpinteros, impresores, zapateros, bordadores, peluqueros, monaguillos, soldados, cocheros, tejedores, confiteros, albañiles: esto han sido en sus primeros años los que con mas o menos habilidad han ocupado la escena española, desde Lope de Rueda hasta nuestros dias. Lo que ciertamente debe asombrar es, que entre tales cómicos hayan sobresalido algunos, no inferiores en su clase á los mas celebrados de los teatros estranjeros. ¡Qué fuerza de talento natural han necesitado para formarse, cuando les faltaban los auxilios de la educacion, de la instruccion, del trato culto de la sociedad; en suma, cuando era necesario que cada uno buscase y hallara los principios de un arte que nadie enseña entre nosotros! Pero, como sea cierto que los primeros hábitos determinan para en adelante el carácter intelectual y moral de los hombres, toda la habilidad de nuestros mejores cómicos se ha reducido siempre à la imitacion de la ridiculez vulgar, y han sido muy pocos los que hayan sabido acercarse á la delicadeza, à la gracia decorosa, á la ucbanidad y elegante espresfon de la buena comedia. No llegando à esto, ¿quién deberia exigir de ellos la sublimidad que pide la tragedia en su declamacion robusta, beróica, patética y vehemente?

Mayquez, después de haber representado algunos años en Madrid sin aplauso (actor estremadamente frio, que entendia y no espresaba sus papeles), pasó á Francia en el año 1799; vió en París el teatro francés, y no necesitó mas. Estudió á Talma con una atencion reflexiva, de que él solo era capaz. La accion, el gesto, la entonacion, las transiciones, los estremos de dolor, de alegria, de orgullo, de abatimiento, de rencor, de furia: cuantos afectes componen la imitacion trágica, otros tantos observó y retuvo; y como su defecto único era la frialdad, no halló en sí obstáculo ninguno que vencer, ni un solo resabio que destruir. Aun hizo mas. Conoció que no debia copiar, sino imitar los escelentes modelos que veia en el género trágico y cómico; y penetrada la razon del arte, variar, modificar su declamacion, y establecer la línea que debe separar la espresion francesa, de la que puede ser agradable à un auditorio compuesto de españoles.

Cuando volvió á Madrid se dijo, al ver sus primeras representaciones, que copiaba á Talma en las mismas piezas que él repetia, traducidas á nuestra lengua; pero cuando se le vió desempeñar otras, que se habian escrito después que él vino de Francia, se echó de ver que no era un copiante servil, sino un profesor eminente. También se dijo (¿qué desaciertos no dice la envidia?) que en la tragedia era muy buen actor; pero que solo hacía tragedias, y que persuadido él mismo de su nulidad para los caracteres de nuestras comedias antiguas, siempre se abstendria de representarlas. Herido su orgullo (que era igual á su mérito), conoció la necesidad de sobresalir en todos los géneros, para confundir á la ignorancia, y lo consiguió, representando personajes y afectos de tan diferente naturaleza, que parecia imposible aspirar en todos ellos à la perfeccion; y él supo hallarla. Fenelon, García del Castañar, el Vano humillado, Otelo, Orestes, el Pastelero de Madrigal, la Casa en venta, el mejor Alcalde el Rey, la Zaira, el Rico Hombre de Alcala, el Distraido, Pelayo, el Convidado de piedra, Numancia destruida. En suma: las tragedias estranjeras, las españolas, las piezas lijeras del teatro francês, las antiguas y modernas del nuestro, hallaron en él un actor que nunca ha tenido semejante.

Ensayaba á sus compañeros en los papeles que habian de hacer con él; pero nunca trató de darles una instruccion metódica del arte, ni les comunicó las máximas que él habia adoptado, como principios seguros para acertar en él. Su habilidad fué un secreto; ni tuvo rivales, ni quiso discipulos; con él empezó la gloria de nuestro teatro en la representacion, y con él acabó.

Su vida fué una continua alternativa de satisfacciones y disgustos. Empeñado y pobre muchas veces, otras opulento; desterrado por el gobierno de Jose Napoleon, y restituido después por el mismo á la patria. Cuando esta logró sacudir el yugo estranjero, Maiquez, digno intérprete de las ideas de la libertad, escitó el entusiasmo general con la imitacion de afectos y acciones heróicas, recibiendo en la escena coronas y aplausos; hasta que por último, llegó à verse otra vez odioso à la corte, desterrado, falto de salud y medios, y en edad que no resiste como la juventad à los desaires de la fortuna. En vano la generosa amistad de sus companeros procuró dilatar su vida, haciéndola menos infeliz. Murió en Granada en el año de 1820.

(16) ¿Qué será, que habiendo sido. Hombres hay de tan adusto humor, que no solo no se rien, sino que se enfadan de que se rian los demás. Si por ellos fuese no existirian en la republica de las letras, ni el asno de Sancho, ni la fruncida Zapaquilda. Suponen que toda composición festiva y alegre es cosa de menos valer: como si fuera fácil encubrir la instrucción con el deleite, pintar la deformidad del vicio entre chistes y donaires, y escitar sin torpeza la risa de los hombres de ilustrado talento, la de las matronas y honestas virgenes. Tal es nuestro orgullo, que no sufrimos la censura, sino disimulada en formas halagueñas: solo asi pierden su repugnante austeridad los preceptos filosoficos, y nunca se reciben mejor que cuando el poeta sabe hermosearlos con las pintu ras agradables, los conceptos agudos y las gracias de la ironia.

Los errores y defectos humanes escitaron la risa de Horacio y la colera de Juvenal: uno y otro, proponiéndose un objeto mismo, acertaron a desempeñarle por camino diverso. Cada uno de ellos siguió su natural inclinacion sigala también el que aspire à sobresalir en cualquiera de las artes imitadoras. No se obstine en ser gracioso el que no debió à la naturaleza las cualidades que se necesitan para serlo; pero el que las tenga no dude que en la poesía graciosa y lijera cultiva un género de muy dificil ejecucion.

Esta (considerándola en toda la estension que admite; exige un plan poético: una conveniente distribucion de sus partes, proporcion y oportunidad en sus ornatos y episodios, un objeto de utilidad, al cual vayan encaminados todos los medios, imitacion constante de lo verdadero y de lo bello, eleccion y sobriedad en las descripciones, variedad y graduacion en los caracteres, espresion en los afectos, solidez en el raciocinio, agudeza y decoro en las burlas, inteligencia en el uso del idioma, pureza en el estilo, facilidad y armonia en la versificacion. Cuando en una composicion burlesca lleguen à reunirse estos requisitos indispeusables, el que la desprecie merece lastima.

(17) Cosas pretenden de mi. En esta obra no hizo el poeta otra cosa que trasladar los diálogos que diariamente se repetian acerca de su persona y sus escritos. Su médico y amigo don Rafael Costa le aconsejaba lo que mas convenia al estado de su salud, poco rohusta. Algunos de los muchos amigos y apasionados que tenia deseaban que cada mes compusiera una comedia. Llenabante de elogios exagerados (que la amistad es á veces tan ciega como el amor), y á vueltas de esto, abundaban en la máxima de que convendría sujetarle à una contribución poética, lisonjeándose de que, precisado à escribir para medrar, enriqueceria la escena española con mas acierto que los Zavalas, Moncines y Valladares; enya fecundidad infeliz abominaban todos los hombres de sana razon Entre tanto sus enemigos (que no eran pocos) decian las mismas ó mayores necedades que el autor les hace decir en este romance. Todo su mérito consiste en la fidelidad de la copia: nada hay de invencion. Hasta el personaje de Geroncio es traslado puntual de uno de los pe dantes de aquel tiempo, a quienes incomodaba como ofensa propia la celebridad de Moratin.

(18) No existe ya, pero dejó en el orbe. El célebre Muhamet, Ben Abi Amer, llamado Almanzor, floreció en los últimos años del siglo x. Cultivó su talento con buenos estudios de filosofia y literatura, se instruyó en el difícil arte de gobernar á los hombres, y le practico haciéndose amar y obedecer; pero en aquella edad era poco seguro el mando, si no acompañaban á las prendas políticas el valor, la astucia, la actividad, la constancia, la robustez que pide el ejercicio de la guerra; y todas estas cualidades se reunieron en aquel hombre estraor dinario. Nombrado alhagib, dignidad que le hacia segundo jefe del imperio, juró ( y lo cumplió) perpetuo aborrecimiento á los cristianos, como Anibal lo hizo en daño de Roma. Su existencia fué una continua calamidad para sus enemigos, à quienes venció en mas de cincuenta batallas. Barcelona, Atienza, Osma, Simancas, Astorga, Leon, Saptrago y otras ciudades y fortalezas, sitadas, saqueadas y arruinadas por él, le abrieron el paso á toda la tierra adonde quiso llevar sus pendones. Todos los años volvia á Córdoba lleno de despojos, y precedido de millares de cautivos; y mientras se prevenia para nuevas empresas, , fomentaba todos los ramos de la felicidad pública, administraha justicia, favorecia la industria, la agricultura y las artes; asistia a las academias, oia los discursos de aquellos sabios, se complacia con ios versos de sus poetas, y los premiaba generosamente. Solo una vez le fué contraria la fortuna, y no supo aquella alma terrible sobrevivir a su desgracia. La batalla de Calatañazor tué tan sangrienta, y quedó su ejército tan disminuido de soldados y tan escaso de capitanes, que solo trató de aprovechar la oscuridad de la noche para retirarse en buena ordenanza. No quiso entrar en Córdoba con la nota de vencido, negóse à la curación de sus heridas; y llevado por los suyos en andas. su despecho le quitó la vida cerca de Medinaceli, à los sesenta y cinco años de edad; su hijo Abdelmelich le dió sepultura, cubriendo el cadaver con el polvo de sus batallas.

No acuerda la historia de muchos siglos otro alguno que pueda compararsele; la gloria de nuestro Cid, que floreció pocos años despues, se oscurece al nombre de Almanzor.

(19) En esta veneranda tumba, humilde. Don Francisco Gregorio de Salas, capellan de las Recogidas de Madrid, vivió muchos años en la corte, estimado de cuantos Je conocieron, por la amenidad de su in genio, su facilidad en improvisar, su afable trato y conversacion, su probidad y sus costumbres inocentes. Copto en sus obras á la naturaleza. pero no la imité, no supo hermosearla. Entre muchos epigramas que compuso se hallan, algunos muy graciosos: el Observatorio rustico, la pintura de La calle de San Anton, y alguna otra de sus obritas burles cas, merecen leerse. Su persona valia mas que sus escritos.

El principe de la Paz quiso varias veces favorecerle, y darle alguna de las mejores prebendas de España. Salas se lo agradecía, y le suplicaba que no le sacase de su cuartito de la calle de Hortaleza, ni le apartase de la compañia de sus monjas. Tenía un hermano exento de guardias, y una tarde, subiendo Carlos IV por la calle de Alcalá, el hermano de Salas, que iba al estribo del rey, le dijo: Señor, aquel clérigo que se quita el sombrero es mi hermano Paco, Mando el rey parar el coche, y que llamasen al capellan, el cual se acercó sin admuracion, sin timidez, ni orgullo. Le habló el rey cariñosamente, diciéndole lo mucho que le agradaban sus versos, y el gusto que tenia de leerselos á la reina; le encargó que no dejase de enviarle por medio de su hermano cualquiera cosa que en adelante escribiese. Salas, agradeciendo el favor de S. M., prometió cumplir el encargo; despidieronse, el concurso que rodeaba al buen sacerdote ya le suponía maestresala de Sevilla, arcediano de Alcira 6 abad de Santa Leocadia; pero ignoraban todos hasta dónde llegaba su moderacion filosófica. Las maximas de honesta pobreza, con que otros versificadores de su tiempo devorados de envidia y ambicion rebatian fastidiosamente sus opuscu

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