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¡Ingrato, embustero! ¡Después (Se sienta con ademanes de abatimiento. ) de lo que hemos hecho por él! DOÑA MARIQUITA

Ya ve usted, hermana, lo que ha venido á resultar. Si lo dije, si me lo daba el corazon... Mire usted qué hombre; después de haberme traido en palabras tanto tiempo, y lo que es peor, haber perdido por él la conveniencia de casarme con el boticario, que á lo menos es hombre de bien, y no sabe latin ni se mete en citar autores, como ese bribon... ¡ Pobre de mi! con diez y seis años que tengo, y todavía estoy sin colocar; por el maldito empeño de ustedes de que me habia de casar con un erudito que supiera mucho... Mire usted lo que sabe el renegado (Dios =me perdone); quitarme mi acomodo, engañar á mi her=mano, perderle, y hartarnos de pesadumbres.

DON ANTONIO.

No se desconsuele usted, señorita, que todo se com

tos, presume que habrá podido hacer algo bueno? ¿Qué, no hay mas sino meterse á escribir, á salga lo que salga, y en ocho dias zurcir un embrollo, ponerle en malos versos, darle al teatro, y ya soy autor? Qué, ¿no hay mas que escribir comedias? Si han de ser como la de usted ó como las demás que se la parecen, poco talento, poco estudio y poco tiempo son necesarios; pero si han de ser, buenas (créame usted), se necesita toda la vida de un hombre, un ingenio muy sobresaliente, un estudio infatigable, observacion continua, sensibilidad, juicio esquisito; y todavía no hay seguridad de llegar á la perfeccion.

DON ELEUTERIO.

Bien está, señor; será todo lo que usted dice; pero ahora no se trata de eso. Si me desespero y me confundo, es por ver que todo se me descompone, que he perdido mi tiempo, que la comedia no vale un cuarto, que he gastado en la impresion lo que no tenia...

DON ANTONIO.

No, la impresion con el tiempo se venderá.

DON PEDRO.

No se venderá, no, señor. El público no compra en la librería las piezas que silba en el teatro. No se venderá. DON ELEUTERIO,

Pues, vea usted: no se venderá; y pierdo ese dinero; y por otra parte....¡ Válgame Dios! Yo, señor, seré lo que ustedes quieran; seré mal poeta, seré un zopenco; pero soy hombre de bien. Ese picaron de don Hermógenes me ha estafado cuanto tenia para pagar sus trampas y sus embrollos; me ha metido en nuevos gastos, y me deja im

pondrá. Usted tiene mérito, y no la faltarán proporciones posibilitado de cumplir como es regular con los muchos

mucho mejores que la que ha perdido.

DONA AGUSTINA.

Es menester que tengas un poco de paciencia, Mari- quita.

DON ELEUTERIO.

La paciencia (Se levanta con viveza.) la necesito yo, que estoy desesperado de ver lo que me sucede.

DONA AGUSTINA.

Pero, hombre, ¿que no has de reflexionar?...

DON ELEUTERIO.

Calla, mujer; calla, por Dios, que tú tambien...
DON SERAPIO.

No, señor; el mal ha estado en que nosotros no lo advertimos con tiempo... Pero yo le aseguro al guarnicionero y á sus camaradas que si llegamos à pillarlos, solfeo de mojicones como el que han de llevar no le... La comedia es buena, señor; créame usted á mí; la comedia es buena, Ahí no ha habido mas sino que los de allá se han unido, y.....

DON ELEUTERIO.

Yo ya estoy en que la comedia no es tan mala, y que hay muchos partidos; pero lo que á mí me...

DON PEDRO.

¿Todavía está usted en esa equivocacion?

DON ANTONIO.

(Ap. á don Pedro. Déjele usted.)

DON PEDRO.

No quiero dejarle; me da compasion... Y sobre todo, es demasiada necedad, después de lo que ha sucedido, que todavía esté creyendo el señor que su obra es buena. ¿Por qué ha de serlo? ¿Qué motivos tiene usted para acertar? ¿Qué ha estudiado usted? ¿Quién le ha enseñado el arte? ¿Qué modelos se ha propuesto usted para la imitacion? ¿No ve usted que en todas las facultades hay un método de enseñanza, y unas reglas que seguir y obser var; que á ellas debe acompañar una aplicacion constante y laboriosa; y que sin estas circunstancias, unidas al talento, nunca se formarán grandes profesores, porque nadie sabe sin aprender?¿ Pues por dónde usted, que carece de tales requisi

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Quiero hacer mas. Yo tengo bastantes haciendas cerca de Madrid; acabo de colocar à un mozo de mérito, que entendia en el gobierno de ellas. Usted, si quiere, podrá irse instruyendo al lado de mi mayordomo, que es hombre honradisimo; y desde luego puede usted contar con una fortuna proporcionada á sus necesidades. Esta señora deberá contribuir por su parte à hacer feliz el nuevo destino que á usted le propongo. Si cuida de su casa, si cria bien á sus hijos, si desempeña como debe los oficios de esposa y madre, conocerá que sabe cuanto hay que saber, y cuanto conviene à una mujer de su estado y sus obligaciones. Usted, señorita, no ha perdido nada en no casarse con el pedanton de don Hermogenes; porque, segun se ha visto, es un malvado que la hubiera hecho infeliz; y si usted disimula un poco las ganas que tiene de casarse, no dudo que hallará muy presto un hombre de bien que la quiera. En una palabra, yo haré en favor de ustedes todo el bien que pueda; no hay que dudarlo. Además, yo tengo muy buenos amigos en la corte, y... Créanme ustedes, soy algo aspero en mi carácter, pero tengo el corazon muy comPasivo.

DON ANTONIO.

¡Ah, don Pedro! qué leccion me ha dado usted est. tarde!

DON PEDRO.

Usted se burla. Cualquiera hubiera hecho lo mismo a iguales circunstancias.

DON ANTONIO.

Su carácter de usted me confunde.
DON PEDRO.

¡Eh! los genios serán diferentes; pero somos muy amgos. ¿No es verdad?

DON ANTONIO.

¿Quién no querrá ser amigo de usted?

DON SERAPIO.

Vaya, vaya; yo estoy loco de contento.

DON PEDRO.

Mas lo estoy yo; porque no hay placer comparable a que resulta de una accion virtuosa. Recoja usted esate media (Al ver la comedia que está leyendo Pipí. ); to se quede por ahí pendida, y sirva de pasatiempo á la gesti burlona que llegue à verla.

DON ELEUTERIO.

¡Mal haya la comedia (Arrebata la comedia de maner de Pipi, y la hace pedazos.) amén, y mi docilidad y a tontería! Mañana, asi que amanezca, hago una hogan con todo cuanto tengo impreso y manuscrito, y no ha é quedar en mi casa un verso.

DOÑA MARIQUITA.

Yo encenderé la pajuela.

DONA AGUSTINA.

Y yo aventaré las cenizas.

DON PEDRO.

Así debe ser. Usted, amigo, ha vivido engañado; sa amor propio, la necesidad, el ejemplo y la falta de iastruccion le han hecho escribir disparates. El públ le hado á usted una leccion muy dura, pero muy u puesto que por ella se reconoce y se enmienda. ¡ Ojala kɔ que hoy tiranizan y corrompen el teatro por el maldito Aror de ser autores, ya que desatinan como usted, le iz> taran en desengañarse !

EL BARON,

COMEDIA EN DOS ACTOS EN VERSO,

REPRESENTADA EN EL TEATRO DE LA CRUZ, AÑO DE 1803.

ADVERTENCIA.

Noli affectare quod tibi non est datum;
Delusa ne spes ad querelam recidat
Phedri, fab., lib. 3.

En el año 1787 escribió el autor uną zarzuela intitulada el Baron, que se debia representar en casa de la condesa viuda de Benavente, lo cual no llegó á verificarse; pero la obra corrió manuscrita con mas aprecio del que efectivamente merecia.

Una dilatada ausencia del autor dió facilidad á algunos para que, apoderándose de ella, la trataran como á cosa sin dueño. Alteraron á su voluntad situaciones y versos, añadieron personajes, aumentaron ó suprimieron donde les pareció varios trozos cantables, y la desfiguraron de un modo lastimoso. Con estas enmiendas, supresiones y apostillas, la tomó á su cargo don José Lidon, organista de la capilla real, y compuso la música segun pudo y supo. Entre tanto cayó en poder de los que se llaman apasionados: juventud ociosa y alegre, y poco dificil en materias de gusto. Parecióles muy buena (como era de temer), la estudiaron a porfia, la representaron sin música en varias casas particulares, y por último, en el teatro público de Cádiz apareció mutilada y deforme.

Restituido el autor á su patria, vió la mala suerte que habia tenido su obra, y una de las mayores dificultades que tuvo que vencer fué la de persuadir á su amigo don José Lidon à que diera por perdido el tiempo que habia gastado en componer la música, y á que desistiera del empeño que tenia en que los cómicos se la cantaran. Logrado esto, conoció la necesidad de corregirla, para lo cual suprimió todo lo añadido por mano ajena, y todo lo cantable; dió á la fábula mayor verosimilitud é interés, á los caracteres mas energia, y alterando el primer acto, y haciendo de nuevo el segundo, de una zarzuela defectuosa compuso una comedia regular.

Entre tanto que la estudiaban los mismos actores que con tanto celo y acierto habian desempeñado las dos primeras piezas del autor, la compañía de los Caños del Peral se dió por ofendida de aquella preferencia, Sus protectores (gente poderosa y de grande infiujo en la corte) meditaron una venganza poco delicada para desahogo de su mal fundado resentimiento. Hallaron un buen hombre que se prestó á sus miras, dilatando en tres actos la zarzuela de el Baron, suprimida la música, añadidos de propio caudal varios trozos, y lo restante copiado à la letra del original que estropeaba. Sin haberlo sospechado jamás, se halló de repente poeta; puso por título á sus mal zurcidos retales el de la Lugareña orgullosa; la llamó comedia original; insultó en el prólogo al autor de el Baron, y la pieza contrahecha se estudió, se imprimió y se representó en el teatro de los Caños, antes que en el de la Cruz estuviera corriente la de Moratin. Tanta fué la actividad con que se aceleró la ejecucion de aquella ratería. El público no quedó, sin embargo, muy satisfecho del mérito de la obra; y siendo ya tan conocida la zarzuela de el Baron, la rapiña del autor intruso, su mala fe, sus cortos alcances y su ridícula presuncion le desacreditaron completamente.

La comedia de Moratin se representó en el teatro de la Cruz el dia 28 de enero del año de 1803. Sabíase de antemano que iba a ser silbada; el jefe que mandaba la espedicion era conocido y temible, la turba que tenia a sus órdenes numerosa é intrépida. Durante la representacion intentaron los voceadores el ataque mas de una vez, pero el público logró contenerlos; faltaban pocos versos para concluirla, y creyeron que era ya urgente hacer el último esfuerzo y cumplir el empeño que habian contraido. Voces, gritos, golpes, silbidos, barahunda espantosa, todo se puso en práctica, y aquella parte de auditorio á quien habia parecido bien la comedia, contribuyó con aplausos á que creciese el estrépito y la confusión. Unos pedian que se anunciase otra funcion para el día siguiente, y otros gritaban que siguiese la misma.

En medio de este tumulto, que se dilataba con teson de una y otra parte, Antonio Pinto,

amigo del autor, logró con dificultad que le oyeran; y dijo: « Los cómicos han creido que la comedia que se acaba de representar, es una de aquellas pocas composiciones que mas ilustran el teatro español. Una parte del público abunda en está opinion, y lo manifiesta de un modo indubitable; otra parece que la desaprueba y quiere que se anuncie para mañana pieza distinta. Deseando los cómicos acertar, quisieran saber si la comedia de el Baron ha de repetirse mañana, ó no. Lo que decida el público eso harán ellos; su obligacion es complacerfe.. Esta alocucion, lejos de calmar el desorden y conciliar los ánimos, sirvió solo de aumentarle y dividirlos, y hubiera durado mucho tiempo aquella discordia, si los conjurados, dando ya por seguro su triunfo, no hubieran salido atropelladamente á dar el anuncio á los que esperaban afuera. Corrió la voz por las esquinas y callejuelas, tabernas, cafés y tertulias, de que la comedia de Moratin habia sido silbada: noticia que llenó de regocijo á los que lamentándose continuamente de que nada se hace bueno en España, cuando alguna vez se hace, desestiman lo que echaban menos y atropellan el mérito con quien son incapaces de competir Algunos sabios y sabias se acostaron tarde aquella noche, ocupados en escribir coplillas mordaces é insípidas en celebridad de la gran victoria que habian logrado, contra el talento y la aplicacion virtuosa, la parcialidad y la ignorancia. Corrieron estos opúsculos al otro dia de mano en mano, y á pocas horas de existencia perecieron en desprecio y olvido. En la segunda representacion no hubo mas ruido que el de los aplausos; los conspiradores no asistieron, el vino los habia reunido, y el vino está caro en Madrid. El público desapasionado vengó con su aprobacion los insultos anteriores, retuvo como frases proverbiales muchas espresiones de la comedia, y desde entonces oye siempre con aprecio esta fábula sencilla, verisimil, cómica, instructiva, y en la cual se observan, como en todas las otras del autor, los preceptos del arte y del buen gusto.

Antonio Ponce desempeñó con mucha inteligencia el dificil personaje del Baron; Antonio Pinto, por quien era muy acomodado el carácter de don Pedro, satisfizo las esperanzas del autor y del público. Mariano Querol, en el de Pascual, acertó como siempre lo hacia cuando copiaba la rústica y lerda sencillez de nuestros lugareños. El papel de la tia Mónica en boca de María Ribera se admiró como lo mas perfecto que puede presentar la ficcion dramática.

(*) El Baron se imprimió antes de ser representado, | con una dedicatoria al príncipe de la Paz, y un prólogo en que se traslucen ya los recelos del autor sobre su buena acogida. En él se dice: « Desnuda de los adornos que no eran suyos, habrá de sufrir esta comedia la censura de la multitud en el teatro. Aquel es el tribunal en que estas obras se aplauden ó se condenan: el público (no el vulgo) reunido allí es el juez imparcial é incorruptible que debe examinarlas; lo que él decide no admite apelacion. El autor, aspirando siempre à merecer su aprecio, lo ha procurado en esta obra, sujetándose á los preceptos que

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enseña el arte; sin el cual otros ingenios, en gran manera superiores al suyo, solo han producido desaciertos.

<< Si por dicha lograse en el teatro una mediana ejecucion, resultará otra prueba mas de que una fábula simple y y verisímil, unos caracteres imitados directamente de la naturaleza, costumbres nacionales, viveza en el diálogo, sencillez urbana en el estilo, algun chiste cómico, buena moral, y sobre todo practicable, es lo que basta para adquirir á un poeta dramático la general estimacion. Sigan otros enhorabuena carrera distinta; pero es dificil anunciarles un éxito igualmente feliz.»

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El teatro representa una sala adornada á estilo de lugar. Puerta á la derecha, que da salida al portal; otra á la izquierda para las habitaciones interiores, y otra en el foro con escalera por donde se sube al segundo piso.

La accion empieza á las cinco de la tarde, y acaba á las diez de la noche.

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Se nos presentó en Illescas.
Tomó un cuarto en la posada
De enfrente. Estando tan cerca,
Desde su ventana hablaba
Con nosotras... bagatelas
Y chismes de vecindad;
Vino hasta media docena
De veces á casa, y luego
Fué la amistad mas estrecha.
Hablaba de sus vasallos,
De su apellido y sus rentas,
De sus pleitos con el rey,
De sus mulas, et cetera.
Mi señora le escuchaba
Embebecida y suspensa,
Y todo cuanto él decia
Era un chiste para ella. -
Hizo el diantre que á este tiempo
Se os pusiese en la cabeza
Ir á ver à vuestro primo;
Que, á la verdad, no pudierais
Haber ido en ocasion
Mas mala.

LEONARDO.

Estando tan cerca De Toledo, estando enfermo De tanto peligro, ¿hubiera Sido razon?...

FERMINA.

Yo no sé... Voy á acabar, no nos sientan. Nuestro Baron prosiguió Sus visitas con frecuencia; Siempre al lado de mis amas, Siempre haciéndolas la rueda, Muy rendido con la moza, Muy atento con la vieja, De suerte que la embromó. La ha llenado la cabeza De viento; está la mujer Que no vive ni sosiega Sin su Baron; y él, valido De la estimacion que encuentra, Quejándose muchas veces De que la posada es puerca, De que no le asisten bien, Que los gallos no le dejan Dormir, que no hay en su cuarto Ni una silla ni una mesa; Tanto ha sabido fingir, Y ha sido tan majadera Mi señora, que ha enviado

Por la trágica maleta
Del Baron, y ha dado en casa
Eficaces providencias
Para que su señoría
Coma, cene, almuerce y duerma.
En efecto, ya es el amo;
Se le han cedido las piezas
De arriba; viene á comer,
Se sube á dormir la siesta,
Vuelve a jugar un tresillo,
O sale á dar una vuelta
Con las señoras; después
Vienen á casa, refresca,
Cena sin temor de Dios,
Vuelve á subir, y se acuesta.
Tal es su vida. El motivo,
De haber venido á esta tierra
Ha sido, segun él dice...
¡Para el tonto que lo crea!
No sé qué lance de honor
De aquellos de las novelas
Persecuciones, envidias
De la corte, competencias
Con no sé quién, que le obligan
A andarse de ceca en meca.,
En fin, mentiras, mentiras
Mal zurcidas todas ellas.
Esto es lo que pasa. Ahora
Inferid lo que os parezca.
Isabel os quiere bien;
Pero Patillas lo enreda
A veces, y...

LEONARDO.

Sí, su madre Es tal que podrá vencerla; Y hará que me olvide, hará Que à su pesar la obedezca... ¡A su pesar!... Pero ¿quién Me asegura su firmeza? ¿Quién sabe si ya olvidada Del que la quiso de veras, A un hombre desconocido Dará su mano contenta?... Adios... (Hace que se va, y vuelve.) Pero tú, que sabes Cuanto mi amor interesa, Haz que yo la pueda hablar: Dila el afán que me cuesta... Dila en fin, que no hay amante, Por mas infeliz que sea, Que si no merece afectos, Desengaños no merezca. (Vase.)

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