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CARTA HISTORICA

SOBRE

EL ORIGEN Y PROGRESOS DE LAS FIESTAS DE TOROS EN ESPAÑA (1).

ESCHO. SR. PRÍNCIPE PIGNATELLI :

El asunto sobre que V. E. se ha dignado mandarme escribir, ha sido siempre tan olvidado como otras cosas de nuestra España; por lo que faltándome autores que me den luz, diré las pocas noticias que casualmente he leido, y algunas que de las conversaciones se me han quedado ea la memoria.

Las fiestas de toros, conforme las ejecutan los españoles, no traen su origen, como algunos piensan, de los romanos, á no ser que sea un origen muy remoto, desfigurado, y con violencia; porque las fiestas de aquella nacion en sus circos y anfiteatros, aun cuando entraban toros en ellas, y estos eran lidiados por los hombres, eran cou circunstancias tan diferentes, que si en su vista se quiere insistir en que ellas dieron origen à nuestras fiestas de toros, se podrá tambien afirmar, que todas las acciones humanas deben su origen precisamente á los antiguos, y no al discurso, à la casualidad, ó á la misma naturaleza.

Buen ejemplo tenemos de esto en los indios del Orinoco, que sin noticia de los espectáculos de Roma, ni aun de las fiestas de España, burlan á los caimanes ferocisimos con no menor destreza que nuestros capeadores a los toros; y el burlar y sujetar á las fieras de sus respectivos paises ha sido siempre ejercicio de las naciones que tienen valor naturalmente, aun antes de ser este aumentado con artificio.

La ferocidad de los toros que cria España en sus abundantes dehesas y salitrosos pastos, junto con el valor de los españoles, son dos cosas tan notorias desde la mas remota antigüedad, que el que las quiera negar acreditará su envidia ó su ignorancia, y yo no me cansaré en satisfacerle; solo pasaré á decir que habiendo en este terreno la previa disposicion en hombres y brutos para semejantes contiendas, es muy natural que desde tiempos antiquísimos se haya ejercitado esta destreza, ya para evadir el peligro, ya para ostentar el valor, ó ya para buscar el sustento con la sabrosa carne de tan grandes reses, á las cuales perseguirian en los primeros siglos á pié y á caballo en batidas y cacerías.

Pero pasando de los discursos á la historia, es opinion comun en la nuestra que el famoso Rui, ó Rodrigo Diaz de Vivar, llamado el Cid Campeador, fué el primero que alanceó los toros á caballo. Esto debió de ser por bizarría particular de aquel héroe, pues en su tiempo sabemos que Alfonso el VI, otros dicen el VIII, en el siglo XI tuvo unas fiestas públicas, que se reducian á soltar en una plaza dos cerdos, y luego salian dos hombres ciegos, ó acaso con los ojos vendados, y cada cual con un palo en la mano buscaba como podia al cerdo, y si le

(1) Lo curioso de la materia, lo breve de la estension y lo escaso de los ejemplares de las anteriores ediciones (Madrid 1777, Valencia 1816) nos ban inducido à insertar con algunas notas este opúsculo de don Nicolas Fernandez de Moratin para dar alguna muestra de su prosa, escrita con gereza, con lacidez y sin particular estudio, que hubiera sido impertimente es una composicion epistolar.

daba con el palo era suyo, como ahora al correr el gallo, siendo la diversion de este regocijo el que, como ninguno veia, se solian apalear bien.

No obstante esto, el licenciado Francisco de Cepeda, en su Resumpta Historial de España, llegando al año de 1100, dice: Se halla en memorias antiguas que (este año) se corrieron en fiestas públicas toros, espectáculo solo de España, etc.

Tambien se halla en nuestras crónicas que el año 1124, en que casó Alfonso VII en Saldaña con doña Berenguela la Chica, hija del conde de Barcelona, entre otras funciones, hubo tambien fiesta de toros.

Hubo tambien dicha funcion, y la enunciada arriba de los cerdos, en la ciudad de Leon, cuando el rey don Alfonso VIII casó á su hija doña Urraca con el rey don García de Navarra; pero debe notarse que estas funciones no se hacian con las circunstancias del dia, y mucho menos fuera de España, en donde se corrian tambien, pero enmaromados y con perros, y aun hoy se observa en Italia; y no pudo ser menos que con este desórden y atropellamiento, la fatalidad que acaeció en Roma el año de 1332, cuando murieron en las astas de los toros muchos plebeyos, diez y nueve caballeros romanos, y otros nueve fueron heridos: desgracia que no se verificara en España siendo el ganado mucho mas bravo (2). Por este suceso se prohibieron en Italia(3); pero en España prosiguieron per

(2) En este punto parece que cegó á Moratin su hereditaria aficion á las funciones de toros. No han ocurrido en nuestros tiempos frecuentes desgracias de este género; pero si hemos de dar crédito á escritores mas antiguos, las bubo muy lamentables por su número y sus circunstancias. El padre Pedro de Guzman, jesuita, que à principios del siglo xvn escribió un libro con el titulo de Bienes del honesto trabajo, decía que no se corrian toros vez en que no muriesen dos ó tres, ó á veces mas hombres. El mesmo dia, añade, que se escribe esto murieron en esta corte en » unas fiestas destas cuatro hombres, y en algunas han muerto en España mas. En Valladolid, en el año de 1612, en unas fiestas de la Cruz murieron en la plaza, corriendose en ella unos toros, diez personas; y si se › averigua, mueren en toda España un año con otro en estos ejercicios ⚫ doscientas y aun trescientas personas, cosa digna de sentirse y llorarse ■ mucho. Bastantes años antes escribia don Luis Zapata su Miscelanea, que existe manuscrita en la biblioteca nacional; y en el capítulo de Toros y toreros dice: «El peligro es tan poco que no se sabe que en nuestros tiem⚫ pos bayan muerto toros sino á Mateo Vazquez Coronado, alguacil mayor › de Valladolid, que le hirió un toro en una pierna, de que murió en pocos dias. Pero el mismo escritor contradice después en otro lugar de esta obra la singularidad de esta desgracia; pues cuando pasa á la manera nuevamente introducida en su tiempo de torear con garrochon, dice: Mas aquel fué lastimoso caso de don Diego de Toledo, hermano natural › del duque de Alba, un caballero mozo, muy gentil-hombre y muy seña→ > lado: andando à los toros en Alba con un garrochon à las alegrías del ■ casamiento del duque su hermano, puso á uno el hierro en la frente ⚫ que no acertó á descogotarlo; dió un rebufo el toro en alto, revuelve el garrochon, y escurre por su misma mano, y dale con el cuento en un ojo, y pásasele y la cabeza y sesos, y sálele envuelto en ellos por la otra parte; y al caer muerto se le quebraron dos costillas sobre su misma ‣ espada. Sobre este suceso están llenos de lamentaciones los cantos populares de aquel tiempo. Después que esta lucha pasó, de noble aficion que era, à oficio estipendiado, la esposicion se hizo menor; porque el repetido uso enseña los medios de evitarla; por lo cual, sin dejar de reconocer las ventajas de ciertos ejercicios de gimnástica gentileza, propios de las clases elevadas, creemos que se ha dado un gran paso acía la cultu ra, abandonando este género de valor y habilidad á los que de ello forman particular estudio, y sacan su subsistencia.

(3) Tambien se prohibieron en España mas de dos siglos después, en 4567, por el papa san Pio V, y anteriormente había sido pedida su supresion por las cortes de Valladolid de 1555; pero la aficion de los españoles y

Velada, siendo virey de Orán, salia muchas veces á los leones; y el conde de Linares, gobernando á Tánger, mató un leon con su lanza cuerpo á cuerpo, habiendo mandado hacer alto á la gente de guerra, y que nadie le socorriese por ningun accidente. Llegó este ejercicio á estremo de reducirse á arte, y hubo autores que le trataron; y entre ellos se cuenta don Gaspar Bonifaz, del hábito de Santiago y caballerizo de S. M., que imprimió en Madrid unas Reglas de torear muy breves. Don Luis de Trejo, del órden de Santiago, tambien imprimió en Madrid unas advertencias con nombre de Obligaciones y duelo de este ejercicio. Don Juan de Valencia, del órden de Santiago, imprimió tambien en Madrid Advertencias para lorear. Y el año de 1643 don Gregorio de Tapia y Salcedo, caballero del órden de Santiago, imprimió en Madrid tambien Ejercicios de la jineta, donde se encuentran en láminas las habilidades (ya viejas en aquel tiempo) que hacian los españoles en sus fogosos caballos, y que pocos años ba admiró la corte como nuevas, viéndolas hacer á un ingles en sus rocines matalones.

feccionándose mas cada dia dichas fiestas, como se ve en los anales de Castilla, hasta el reinado de don Juan el II, en que dejando de ser como antes una especie de montería de fieras salvajinas, segun dice Zurita, formaron nueva época; pues entonces llegó á su punto la galantería caballeresca y todos los ejercicios de bizarría. Entonces se cree que se empezaron á componer las plazas y se fabricó la antigua de Madrid, y se hizo granjería de este trato, habiendo arrendatarios para ello, que sin duda serian judíos. Y esto lo acredita aquel cuento, aunque vulgar, del marqués de Villena y de aquel estudiante de Salamanca, de quien fingen que llevó à su dama en una nube à ver la fiesta de toros, y se la cayó el chapin, etc. Y lo cierto es que cuando este monarca don Juan se casó con doña María de Aragon, en 20 de octubre de 1418, tuvieron en Medina del Campo muchas fiestas de toros. En el reinado de Enrique IV aun se aumentó mas el genio caballeresco y el arte de la jineta (como consta de Jorje Manrique); y no hay autor que trate de este ejercicio que no hable del torear á caballo como de una condicion indispensable. El trato frecuente con los moros de Granada, en paz y en guerra, era ya muy antiguo en Castilla; y los moros es sin duda que tuvieron estas funciones hasta el tiempo del rey Chico, y hubo diestrísimos caballeros que ejecutaron gentilezas con los toros (que llevaban de la sierra de Ronda) en la plaza de Vivarrambla; y de estas hazañas están llenos los romanceros y sus historietas, que aunque por otra parte sean apócrifas en muchos sucesos que cuentan, siempre fingen con verosi militud. Prosiguió esta gallardia en tiempo de los Reyes Católicos, y estaba tan arraigada entonces, que la misma reina doña Isabel, no obstante no gustar de ella, no se atrevia á probibirla, como lo dice en una carta que escribió desde Aragon á su confesor fray Hernando de Talavera, año de 1495, asi: «de los toros senti lo que vos decís, >> aunque no alcancé tanto; mas luego allí propuse con toda > determinacion de nunca verlos en toda mi vida, ni ser en >>>que se corran ; y no digo defenderlos (esto es, prohibir»los), porque esto no era para mí á solas.»

En efecto, llegó á autorizarse tanto, que el mismo emperador Carlos V, aun con haber nacido y criádose fuera, mató un toro de una lanzada en la plaza de Valladolid, en celebridad del nacimiento de su hijo el rey Felipe II. Tambien Carlos V estoqueó desde el caballo, en el Rebollo de Aranjuez, á un jabalí que había muerto quince sabuesos, herido diez y siete y à un montero, lo cual es una especie de toreo. Tambien Felipe II mató así otro jabalí en el bosque de Heras, donde le hirió el caballo; y otra vez en Valdelatas, donde le rompió el borceguí de una navajada. Por este tiempo se sabe que una señora de la casa de Guzman casó con un caballero de Jerez, llamado por escelencia el Toreador. Don Fernando Pizarro, conquistador del Perú, fué un rejoneador valiente. Del rey don Sebastian de Portugal se escribe que ejecutó el rejonear con mucha ciencia; y se celebra tambien al famoso don Diego Ramirez de Haro, quien daba á los toros las lanzadas cara á cara y á galope, y sin antojos ni banda el ca ballo. Felipe III renovó y perfeccionó la plaza de Madrid en 1619. Tambien el rey don Felipe IV fué muy inclinado á estas bizarrías, y además de herir á los toros, mató mas de cuatrocientos jabalies, ya con el estoque, ya con la lanza, y ya con la horquilla.

No se contentaron nuestros españoles con atreverse solo con los toros, sino que pasando al Africa, no quisieron ser menos que sus naturales; y así el marqués de

la condescendencia de otros pontifices volvieron á introducirlas. En 1805

las prohibió de nuevo Carlos IV; pero la interrupcion duró pocos años, y su hijo Fernando VII estableció en Sevilla una escuela de tauromaquia para el fomento y perfeccion del arte, que como dice el autor en su oda A Pedro Romero (pág. 36):

Solamente no es bárbara en España.

Dicho don Gregorio de Tapia da varias reglas para torear, y trata la materia como muy importante en aquel tiempo; y es lo mas notable que don Lope Valenzuela se queja entonces de que se iba ya olvidando: véase lo que habrá perdido hasta el dia de hoy. Don Diego de Torres escribió unas Reglas de torear, que no parecen; yo sospecho que eran para los de á pié; y quien tenga la paciencia y trabajo material de repasar la biblioteca de don Nicolas Antonio, hallarà ciertamente mas autores de torear. Así prosiguieron las fiestas por todo el reinado de Carlos II, las cuales cesaron á la venida del señor Felipe V, y la mas solemne que hubo fué el dia 30 de julio del año de 1725, á la que asistieron los reyes, en la plaza Mayor de Madrid; y aunque en Andalucía vieron algunas, y otra en San Ildefonso, siempre fué por ceremonia y con poco gusto, por no ser inclinados á estas corridas; y esto produjo otra nueva habilidad, y forma una cierta y nueva época de la historia de los toros.

Estos espectáculos, con las circunstancias notadas, los celebraron en España los moros de Toledo, Córdoba y Sevilla, cuyas cortes eran en aquellos siglos las mas cultas de Europa. De los moros lo tomaron los cristianos, y por eso dice Bartolomé de Argensola :

Para ver acosar toros valientes,

Fiesta un tiempo africana y después goda,
Que hoy les irrita las soberbias frentes, etc.

Pero es de notar que estas eran funciones solamente de caballeros, que alanceaban ó rejoneaban á los toros siempre à caballo, siendo este empleo de la primera nobleza, y solo se apeaban al empeño de á pié, que era cuando el toro le heria algun chulo ó al caballo, ó el jinete perdia el rejon, la lanza, el estribo, el guante, el sombrero, etc.; y se cuenta de los caballeros moros y cristianos que en tal lance hubo quien cortó á un toro el pescuezo á cercén de una cuchillada, como don Manrique de Lara y don Juan Chacon, etc.

Los moros torearon aun mas que los cristianos, porque estos, además de los juegos de cañas, sortija etc., que tambien tomaron de aquellos, tenian empresas, aventuras, justas y torneos etc., de que fueron famosos teatros Valladolid, Leon, Burgos y el sitio del Pardo; pero estinguidas las contiendas con los hombres, por lo peligrosas que eran, como sucedió en España, y aun mas en Francia, todo se redujo acá á fiestas de toros, á las cuales se aficionaron mucho los reyes de la casa de Austria, y aun en Madrid vive hoy mi padre, que se acuerda haber visto á Carlos II, á quien sirvió, autorizar las fiestas reales, de las cuales habia tres votivas al año en la plaza Mayor á vista del rey, sin contar las estraordina rias y las de fuera de la corte. Ya se ha dicho que estas

fiestas eran solamente empleo de los caballeros entre cristianos y moros; entre estos hay memoria de Muza, Malique-Alabez y el animoso Gazul.

Entre los cristianos, además de los dichos, celebra Quevedo á Cea, Velada y Villamor; al duque de Maqueda, Bonifaz, Cantillana, Ozeta, Zárate, Sástago, Riaño etc. Tambien fué insigne el conde de Villamediana; y don Gregorio Gallo, caballerizo de S. M. y del órden de Santiago, fue muy diestro en los ejercicios de la plaza, é inventó la espinillera para defensa de la pierna, que por él se llamó la gregoriana. El poeta Tafalla celebra á dos caballeros llamados Pueyo y Suazo, que rejoneaban en Zaragoza con aplauso, á fin del siglo pasado, delante de don Juan de Austria; y si V. E. me lo permite, tambien diré que mi abuelo materno fué muy diestro y aficionado á este ejercicio, que practicó muchas veces en compañía del marqués de Mondéjar, conde de Tendilla; y el duque de Medinasidonia, bisabuelo de este señor que hay hoy dia, era tan diestro y valiente con los toros, que no cuidaba de que fuese bien ó mal cinchado el caballo, pues decia que las verdaderas cinchas habian de ser las piernas del jinete. Este caballero mató dos toros de dos rejonazos en las bodas de Carlos II con doña María de Borbon, año de 1679, y rejonearon el de Camarasa y Rivadavia y otros (4).

Don Nicolas Rodrigo Noveli imprimió el año de 1726 su Cartilla de torear; y en su tiempo eran buenos caballeros don Jerônimo de Olaso y don Luis de la Peña Terrones, del hábito de Calatrava, caballerizo del duque de Medinasidonia; y tambien fué muy celebrado don Bernardino Canal, hidalgo de Pinto, que rejoneó delante del rey con mucho aplauso el año de 25; y aquí se puede decir que se acabó la raza de los caballeros (sin quitar el mérito á los vivos); porque como el señor Felipe V no gustó de estas funciones, lo fué olvidando la nobleza; pero no faltando la aficion de los españoles, sucedió la plebe á ejercitar su valor, matando los toros á pié, cuerpo á cuerpo con la espada, lo cual no es menor atrevimiento, y sin disputa (por lo menos su perfeccion) es hazaña de este siglo.

Antiguamente eran las fiestas de toros con mucho desórden y amontonada la gente, como hoy en las novilladas de los lugares, ó en el toro embolado, ó el jubillo de Aragon, del cual no hablaré por ser barbaridad inimitable, ni de los despeñaderos para los toros de Valladolid y Aranjuez, porque esto lo puede hacer cualquiera nacion; y así se dice que en unas fiestas del rey Chico de Granada mató un toro cinco ó seis hombres y atropelló mas de cincuenta. Solo se hacia lugar á los caballeros, y después tocaban á desjarrete, á cuyo son los de á pié (que entonces no habia toreros de oficio) sacaban las espadas, y todos à una acometian al toro acompañados de perros; y unos le desjarretaban (y la voz lo está recordando), otros le remataban con chuzos y á pinchazos con el estoque, corriendo y de pasada, sin esperarle y sin habilidad, como aun hacen rústicamente los mozos de los fugares, y yo lo he visto hacer por vil precio al Mocaco de Alhóndiga.

y

Hoy esto es insufrible, y no obstante en la citada fiesta del año de 25, delante de los mismos reyes y en la plaza

(4) A estos nombres de insignes lidiadores antiguos pudieran añadirse otros muchos, mereciendo distinguido lugar don Diego Ponce de Leon, hijo del marqués de Zabara, á quien celebran à porfia Gonzalo Argote de Molina,en su discurso de la Monteria, don Luis Bañuelos en su libro de a Jineta, manuscrito, Conzalo Fernandez de Oviedo en sus Quincuagemas, y don Luis Zapata en la Miscelanea citada en la nota anterior. Mientras este caballero lucia su singular destreza en Sevilla, gozaban de gran nombradía Pedro Aguayo de Heredia en Córdoba, don Rodrigo de Paz en Salamanca, don Diego Ramirez (nombrado por el autor) en Madrid, don Francisco Zapata en Granada, y en varios puntos de Castilla don Francisco de Guzman, marqués de Hardales, y don Luis de Guzman, marqués de Algaba, quien, segun parece, fué el primero que toreó con garrochon, ea competencia con otros, entre ellos don Pedro de Médicis, hermano del duque de Florencia.

de Madrid, se mataron así los toros, desjarretados vive quien lo vió, y lo pinta así la Tauromaquia .^ aquel año; prueba evidente de que no habia mayor de treza. Los que desjarretaban eran esclavos moros; después fueron negros y mulatos, á los que tambien hacian los señores aprender á esgrimir para su guarda : lo segundo se colige de Góngora, y lo primero de Lope de Vega, quien hablando en su Jerusalen de desjarretar, dice: ..Que en Castilla los esclavos

Hacen lo mismo con los toros bravos.

Cuando no habia caballeros se mataba á los toros tirándolos garrochones desde lejos y desde los tablados, como se colige de Jerónimo de Salas Barbadillo, Juan de Yagüe y otros autores de aquellos tiempos; y hasta que tocaban á desjarretar los capeaban tambien, cuyo ejercicio de á pié es muy antiguo, pues los moros lo hacian con el albornoz y el capellar. Mi anciano padre cuenta que en tiempo de Carlos II dos hombres decentes se pusieron en la plaza delante del balcon del rey, y durante la fiesta, fingiendo hablar algo importante, no movieron los piés del suelo, por mas que repetidas veces les acometiese el toro, al cual burlaban con solo un quiebro de cuerpo ú otra leve insinuacion; lo que agrado múcho á la corte.

El año de 26 se evidencia por Noveli que todavía no se ponian las banderillas á pares, sino cada vez una, que la llamaban harpon. Por este tiempo empezó á sobresalir á pié Francisco Romero, el de Ronda, que fué de los primeros que perfeccionaron este arte usando de la muletilla, esperando al toro cara á cara y á pié firme, y matándole cuerpo á cuerpo; y era una cierta ceremonia que el que esto hacia llevaba calzon y coleto de ante, correon ceñido y mangas atacadas de terciopelo negro para resistir á las cornadas. Hoy que los diestros ni aun las imaginan posibles, visten de tafetán, fundando la defensa, no en la resistencia, sino en la destreza y agilidad. Así empezó el estoquear, y en cuantos libros se hallan escritos en prosa y verso sobre el asunto no se halla noticia de ningun estoqueador, habiendo tanta de los ca balleros, de los capeadores, de los chulos, de los parches y de la lanzada de á pié, y aun de los criollos, que enmaromaron la primera vez al toro en la plaza de Madrid, en tiempo de Felipe IV.

Tambien debo decir, no obstante, que én la Alcarria aun viven ancianos que se acuerdan haber visto al nombrado abuelo mio tender muerto à un toro de una estocada; pero esto ó fué acaso, ó gentileza estraordinaria, y por lo tanto muy celebrada en su tiempo. En el de Francisco Romero estoqueó tambien Potra, el de Talade Pinto, y luego el fraile del Rastro, y Lorenzillo, que vera, y Godoy, caballero estremeño. Después vino el fraile

enseñó al famoso Cándido. Fué insigne el famoso Melchor y el célebre Martincho con su cuadrilla de navarros, de los cuales ha habido grandes banderilleros y capeadores, como lo fué sin igual el diestrísimo licenciado de Falces. Antiguamente hubo tambien en Madrid plaza de toros junto à la casa del duque de Lerma, hoy del de Medinaceli, y tambien acia la plazuela de Anton Martin, y aun dura la calle del Toril, por otro nombre del Tinte.

Pero después que se hizo la plaza redonda en el soto Luzon, y luego donde ahora está, trajo el marqués de la Ensenada cuadrillas de navarros y andaluces, que lucieron á competencia. Entre estos últimos sobresalió Diego del Alamo el malagueño, que aun vive; y entre otros de menor nota se distinguió mucho Juan Romero, que hoy está en Madrid con su hijo Pedro Romero, el cual, con Joaquin Rodriguez, ha puesto en tal perfeccion esta arte, que la imaginacion no percibe que sea ya capaz de adelantamiento. Algunos años ha, con tal que un hombre matase á un toro, no se reparaba en que fuese de cuatro á seis estocadas, ni en que estas fuesen altas ó bajas, ni

los toros con varas de detener: entre ellos han sido insignes los Marchantes, Gamero, Daza (que tienen dos tomos del arte inéditos), Fernando de Toro, y hoy Varo, y Gomez, y Nuñez etc.(5)

feccio le despaldillase ó le degollase etc., pues aun á en marrajos ó cimarrones los encojaban con la media ana, cuya memoria ni aun existe. Pero hoy ha llegado á tanto la delicadeza, que parece que se va á hacer una sangría á una dama, y no á matar de una estocada una fiera tan espantosa. Y aunque algunos reclaman contra esta funcion llamándola barbaridad, lo cierto es que los facultativos diestros la tienen por ganancia y diversion; y nuestra difunta reina Amalia al verla sentenció: «que » no era barbaridad, como la habian informado, sino di » version donde brilla el valor y la destreza. »>

No me detengo en pintar las circunstancias de cada clase de estas fiestas, ni las castas de los toros, ni creo que no reste que decir, pues obras de esta naturaleza deben su perfeccion à la casualidad y al tiempo, que va descubriendo mas noticias. Quedo no obstante muy gozoso de haber servido á V. E. en esto poco que puedo, y deseo que prosiga honrandome con sus preceptos, como que le guarde Dios muchos y felices años. Madrid 25 de julio de 1776.

NICOLAS FERNANDEZ DE MORATIN.

Y ha llegado esto á tal punto, que se ha visto varias veces un hombre sentado en una silla ó sobre una mesa, y con grillos á los piés poner banderillas y matar á un toro. Juanijon los picó en Huelva con vara larga, puesto él á caballo en otro hombre. Los varilargueros, cuando caen, suelen esperarlos á pié, con la garrocha enristrada, y al amon le vimos mil veces cogerlos por la cola y montar en ellos. Para suplir la falta de los caballeros entraron los toreros de á caballo, que son una especie de vaqueros que con destreza y mucha fuerza pican á reglas que le guian en sus suertes asombrosas.

(5) Despues de la época en que escribió el autor, han sido famosos en el arte los picadores Laureano Ortega, Corchado y Alonso Ortiz; y los espadas Manuel Conde, Costillares, José Romero, José Delgado (Pepe Hillo) autor de un tratado, Perucho, Guillen, Leon, Arjona (Chúchares), Redondo (el Chiclanero), y Francisco Montes, quien ha publicado tambien las

FIN DE LAS OBRAS DE DON NICOLAS FERNANDEZ DE MORATIN.

OBRAS

DE

DON LEANDRO FERNANDEZ DE MORATIN.

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