una gran perturbacion en las fortunas, sino la imposibilidad de competir los jéneros y productos de la metrópoli con los estranjeros en el mercado colonial, y de aquí el contrabando y la ruina de nuestra industria. Mas tan deslumbrados estaban entonces la nacion y el gobierno con la riqueza metálica, que no conocieron la verdadera causa del mal, y adoptaron las medidas mas empíricas y perjudiciales. Mr. Weiss cita con razon como muy notable la peticion que las cortes de Valladolid de 1548 hicieron para que se prohibiese la esportacion á las Indias de paños, sederías, cordobanes y otros artículos manufacturados, suponiendo que así se evitaria la carestía de los jéneros. Mas todavía manifiesta mejor los errores económicos de la época y la ignorancia en que nos hallábamos, la peticion 24 de las cortes de Madrid de 1598, que corre impresa, y que no ha tenido sin duda presente Mr. Weiss. En ella se quejan los procuradores de la carestía y subida de precio de las cosas, siendo así que en los treinta años anteriores se habian mantenido poco mas o menos en un mismo estado. Para conocer bien nuestra situacion económica es muy interesante el siguiente pasaje de la citada peticion 24: «Ahora doce años valia una vara de terciopelo tres ducados (1), y ahora vale cuarenta y ocho reales; una de paño fino de Segovia tres ducados, y ahora vale cuatro y mas; unos zapatos cuatro reales y medio, y ahora siete; un sombrero de fieltro guarnecido doce reales, y ahora veinte y cuatro; el sustento de un estudiante con un criado en Salamanca costaba sesenta ducados, y ahora mas de ciento y veinte; cl jornal de un albañil cuatro reales, y el de un peon dos, (1) Cada ducado tenia el valor de once reales ó sea próximamente tres francos, y no el exajerado que equivocadamente le da Weiss. y ahora es doble, etc. Se vé pues por este pasaje, que en el espacio de doce años las cosas habian duplicado su valor convencional ó nominal. ¿Y qué causas esplicaban este fenómeno económico? Las cortes de Madrid lo atribuyeron á tres causas; à la carga ó aumento de los tributos reales; á la esterilidad de los tiempos, y á lo que calificaron con el nombre risible de malicia de los vendedores. De suerte que se vé á los diputados de la nacion conocer la situacion económica, examinarla, esplicar las causas del hecho sorprendente que presenciaban, y sin embargo, olvidar la verdadera, y pedir, como era consiguiente, la adopcion de remedios empíricos y necios. El desconocer esta idea sencilla de que los metales preciosos son una mercancía como cualquiera otra, y que, no obstante ser un signo del cambio, tienen un valor mayor ú menor, segun su abundancia ó rareza, fué el orijen de todos nuestros errores económicos y de la ruina de nuestra industria. Por esta razon se observa que el gobierno y las cortes se ocupan en dar leyes suntuarias y en prohibir el lujo, como si se tratara de salvar el reino de esta manera. ¡ Vergonzoso es decirlo! pero sin embargo es forzoso señalar los errores para combatirlos. En las mayores crisis y apuros se vió al gobierno en el siglo xvn hacinar leyes y ordenanzas contra el lujo, contra los revendedores y regatones, y contra la prodigalidad en la concesion de las cruces de las órdenes de Santiago y de Calatrava, como si estas medidas fuesen capaces de salvar al pais. Consecuencia tambien de la ignorancia en que nos encontrábamos respecto á los buenos principios económicos, fué no ver el mal sino en la superficie, no tener en cuenta mas que la metropóli y no obrar por otro.interés que por el mal entendido de los consumidores. A estos errores fueron debidas las leyes contra los re vendedores, las que fijaban el precio de las mercancías, de- dado, que no haya confradias, et que la ley se guarde en lo en ella contenido, et se den las provisiones necesarias para ello.. Se ve por este pasaje, que las cortes pedian la abolicion de los gremios y ordenanzas formadas por ellos, influidas principalmente por la carestía de los jéneros y el monopolio de los fabricantes y artesanos; pero sin embargo, 'no por eso es menos cierto que si Cárlos V hubiera accedido á sus peticiones, la industria hubiera progresado mas, abandonada á la libertad é intelijencia de todos. Las preocupaciones contra las artes fueron indudablemente tambien una de las causas.que influyeron en la decadencia de la industria. Por los hábitos guerreros, el esplendor y la pujanza de la monarquía, y por cierta altivez propia del carácter nacional, la España fué el pais mas nobiliario de Europa. Los que no eran grandes ni hidalgos aspiraban á serlo, y compraban á cualquier precio la nobleza. Consecuencia de estas tendencias fue que el trabajo mecánico se conceptuase casi como vil y que los hombres notables por su riqueza ó por su talento no se consagrasen á las artes industriales. Por eso se vió en lo antiguo, que los judíos se apoderaron del comercio, que los moriscos monopolizaron despues los oficios mecánicos y que, espulsados unos y otros, millares de estranjeros se establecieron en España y ejercieron casi esclusivamente la industria y el comercio. Las observaciones de Mr. Weiss sobre este punto son muy atinadas, y los datos que presenta muy curiosos. Merece especialmente citarse la relacion que el embajador marqués de Villars envió á Luis XIV en 1680 acerca del número de franceses establecidos en España. De ella resulta, que en Navarra habia 1,000 franceses, 12,000 en los reinos de Valencia y Murcia, 16,000 en las dos Castillas, 1,000 en Vizcaya, Asturias, Ga licia y Estremadura, y 16,000 en Andalucía. Habia pues un total de 67,000 franceses en España, de los cuales 7,000 eran mercaderes, y 60,000 obreros ó artesanos. Además de los franceses habia una multitud inmensa de obreros italianos, alemanes é ingleses que esplotaban las preocupaciones nacionales contra el trabajo. El aumento de los impuestos y el vicioso sistema tributario influyeron tambien en la ruina de la industria. Por una parte las guerras temerarias y continuas seguidas por nuestros reyes obligaban á aumentar los impuestos de una manera desproporcionada á las facultades del contribuyente, y por otra el sistema de cientos, alcabalas y millones gravaba desmesuradamente los productos en el consumo, vejaba á los vendedores, paralizaba el tráfico y arruinaba la industria. Con este motivo Mr. Weiss hace una rápida pero fiel reseña de las medidas rentísticas adoptadas por Felipe II, III y IV, y por Cárlos II, y traza con exactitud el lamentable pero verdadero cuadro de nuestra hacienda. No es pues de estrañar que al espirar Carlos II, la industria española, tan combatida por el vicioso sistema económico, por las preocupaciones contra las artes, y la forma y multiplicidad de los impuestos, hubiese perecido completamente, víctima de las medidas mas fatales que jamás pudieron adoptarse. Examinadas por Mr. Weiss las causas de la decadencia de la industria, espone las que influyeron en la decadencia del comercio. Todas las que obraron de una manera fatal y perniciosa sobre la primera, ejercieron de rechazo igual infiujo sobre el segundo. No se concibe que ninguna nacion pueda sostener en los tiempos modernos un comercio estenso y duradero sin el progreso y la prosperidad de la industria, á no hacer el comercio de comision, que no puede tener ni las condiciones de duracion, ni de utilidad, T. Iu. 3 |